Diario de Xalapa

Winckler, defenestra­do de la FGE. Caso cerrado.

- REYNALDO ESCOBAR

Si bien las fiscalías de la República y las de los estados gozan de una incipiente autonomía, hay que recordar que históricam­ente formaron parte del Poder Ejecutivo y ante las nuevas tendencias legitimado­ras de las institucio­nes encargadas de atender a los grupos sociales demandante­s de justicia, han pasado a formar parte de nuevas estructura­s del Poder Público.

En una imparcial evaluación, se puede afirmar que no han resultado eficaces para cumplir con su principal tarea, consistent­e en la investigac­ión de los delitos, persecució­n de los delincuent­es y ejercicio de la acción penal, solicitand­o al juzgador la individual­ización de la pena correspond­iente.

Lo que nunca se previó fue un distanciam­iento, que por ignorancia, prepotenci­a o mala fe podría volverse irreconcil­iable y los problemas entre fiscales y titulares de los poderes ejecutivos llegaran a una verdadera confrontac­ión, acompañada de acusacione­s de incumplimi­ento de sus deberes legales, inherentes a sus respectivo­s cargos, donde el único perdedor ha sido el pueblo veracruzan­o, ante la necedad por continuar en el cargo el exfiscal Jorge Winckler.

El respaldo de los cuerpos de la policía uniformada al fiscal, que en el caso de nuestra entidad sería de la Secretaría de Seguridad Pública, resulta necesario y fundamenta­l para cumplir las funciones ministeria­les, de lo contrario la fuerza de la Fiscalía sería similar a la fuerza del “agua mineral” abierta un mes antes. De manera que cuando no existe o se termina la relación de coexistenc­ia políti

Las viudas de Winckler hoy hacen lo mismo que las “viudas ricas, lloran por un lado y repican por otro”.

ca o impera la desconfian­za, más vale “una graciosa huida” que la entrega apasionada, acompañada de un suicidio político.

Las viudas de Winckler hoy hacen lo mismo que las “viudas ricas, lloran por un lado y repican por otro”. Por eso vemos en la confrontac­ión de los militantes del PAN, a propósito de la elección de sus dirigentes, que quienes le lloran al exfiscal, con una mano enjugan su pena y con la otra repican las campanas, en espera de que alguien las despose. Lo cierto es que falta llamar a cuentas por las tropelías cometidas por sus colaborado­res.

El hombre político debe saber distinguir las diferencia­s entre pródigo y tacaño, dadivoso o rapaz, cruel o clemente, traidor o leal, humano o soberbio, duro o débil. Maquiavelo decía que en ejercicio del poder el político debe elegir las mejores cualidades, para evitar la vergüenza de salir defenestra­do del cargo, como sucedió a Jorge Winckler.

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