Diario de Xalapa

Pueblo de escritores

- LUIS VELÁZQUEZ

Quizá una de

las cositas más fáciles de la vida es escribir un cuento, una novela o un poema. En la juventud, cuando el primer amor, el cien por ciento de los chicos escribe intensos y frenéticos poemas a la novia. Pero luego, camino al Gólgota, se miran iluminados y escriben el primer cuento, la primera novela.

Así, y por ejemplo, y de cara al Golfo de México, mirando el vuelo de las gaviotas y los barcos bamboleánd­ose con el oleaje del mar, miles de novelas se habrán escrito en los últimos 500 años, consideran­do la llegada de Hernán Cortés a las playas de Chalchihue­can.

Incluso, decenas de novelas escritas, digamos, con la historia de la Malinche, y los 50 efebos del cacique gordo de Cempoala y del Pirata Lorencillo y de Benito Juárez y Melchor Ocampo presos en el castillo de San Juan de Ulúa y hasta de las 33 derrotas consecutiv­as de los Tiburones Rojos, puros charalitos.

Pero luego de la pasión frenética y desenfrena­da por escribir una noveleta o un cuentito, el desencanto. Ninguno, o el 99% de los novelistas y cuentistas lograron, primero, publicar su libro. Segundo, de publicarse tener éxito en las librerías. Tercero, ganarse unos buenos cen

tavitos. Y cuarto, trascender en la historia y en la vida… para seguir tecleando.

A un compita, el gobernador Fidel Herrera Beltrán le publicó su novela. Era, parece, sobre una parte de la historia de Veracruz.

Un día, en un taller de literatura anunció a todos que la primera edición se había agotado y publicaría­n la segunda.

Entonces, el profe, un maestro de Literatura de la UNAM contratado por el IVEC para hacer escritores, digamos, como quien hace tacos, le dijo:

—Tu familia ha de ser muy numerosa.

—Por qué, maestro? —Porque tan pronto vendiste la primera edición.

Nunca, claro, se supo el tiraje de su novela. Pero así como andan las cosas en el mundo editorial quizá tiraron unos 500 ejemplares, máximo, y ninguna duda de que los regalaban, y/o en todo caso, quedaron en las bodegas de la Editora del Gobierno del Estado.

El caso es que en el camino al Gólgota, la cruz se vuelve demasiada pesada para un novelista y el camino más, mucho más largo, casi casi interminab­le.

La conseja popular dice que la mayor parte de las personas creen que pueden escribir una novela, un cuento exitoso… basados en su vida personal o en la vida del abuelo o en la vida del tío promiscuo.

Lo malo de todo, como decía Jorge Ibargüengo­itia, es que debe trabajarse “para sostener a la familia”.

Y es que escribir una noveleta significa pasar frente a la computador­a muchas, demasiadas horas.

Por ejemplo, Gabriel García Márquez pasaba 8 horas diarias tecleando y tres horas más en la tarde revisando lo escrito.

Ernest Hemingway pasaba 6 horas diarias escribiend­o sus novelas y cuentos a mano, con lápiz.

Pero Balzac, quien escribió más de 400 libros, pasaba unas 16 horas diarias frente a la máquina mecánica.

Otra cosita, mil años luz de distancia, es el talento y el don natural para escribir literatura, con todo y que escribir novelas es más fácil que escribir poesía.

Claro, la niñez es una edad prodigiosa para escribir poemas, como por ejemplo, el día de la madre, cuando en la tarea escolar la maestra exigía un poema dedicado a la autora de los días.

En fin, si todas las miles de novelas escritas en Veracruz fueran tiradas al Golfo de México habría una crisis ambiental del tamaño del mundo.

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