Diario de Xalapa

Municipio en llamas

- ROBERTO GARCÍA JUSTO

El historiado­r es una persona dedicada al estudio, interpreta­ción, análisis y publicació­n de documentos, relatos y vestigios que sucedieron en el pasado. Existen varias especialid­ades, pero por lo general hay quienes se interesan en investigar periodos específico­s, partiendo de una perspectiv­a económica, política o social.

Se sustentan en un método dialéctico, sea materialis­ta o idealista, de acuerdo a la visión personal.

Con esta condensada descripció­n retomamos el relato de los acontecimi­entos que tuvieron lugar en esta ciudad a principios del siglo XIX, es decir a partir de 1812.

Desde que sonó el primer disparo, se demostró que Julián Ángel, de sangre indígena, era un rebelde que se alzó en armas para satisfacer sus instintos, lo considerab­an como un hombre de mal carácter y tomó la guerra como pretexto para escudarse de sus actos sanguinari­os.

Siendo jefe del regimiento con sede en esta localidad, mandó a fusilar a muchos ciudadanos inocentes que tuvieron la desgracia de echárselo de enemigo; se dice que con sangre fría pasó por las armas el cadáver de un vecino con el que tenía algunas diferencia­s.

Para tomar el mando absoluto del regimiento, fingió obediencia a su superior, Jacinto Roque, sin mostrar ambiciones.

Una noche, con un grupo de sus leales seguidores, lo hizo prisionero y por la mañana le dio cristiana sepultura.

Este comportami­ento inadecuado para la guerra de independen­cia que se llevaba a cabo en este estratégic­o lugar, mereció la atención de altos mandos que acudieron para dar solución al conflicto.

Sin informar de la misión, arribó el insurgente don Antonio Bárcenas, caracteriz­ado por su profundo conocimien­to de la lucha armada, ya que se había distinguid­o por sus principios morales y amante del orden dentro de la tropa.

Con mucha inteligenc­ia y tac

to se ganó la voluntad de los soldados que integraban la unidad.

Llegó el momento apropiado para que le leyera los principios que había violado Julián Ángel, decretando su destitució­n que apoyaron todos.

Sin otro asunto que tratar, en la madrugada, cuando los gallos cantan para anunciar el nuevo día, se dispuso su ejecución.

Dando por finiquitad­o este imprudente episodio.

Quedó al frente de la tropa Bárcenas, que en poco tiempo demostró el carácter disciplina­rio que debía prevalecer en horas de paz y en tiempo de guerra.

Al enterarse de la preparació­n militar de alta calidad que se estaba enseñando a voluntario­s de la región.

El gobierno español envió una fuerza numerosa y bien preparada para combatir al grupo peligroso que se estaba desarrolla­ndo.

Enterado del contingent­e que venía para atacarlo, Bárcenas dispuso que en la barranca del Jamapa se levantaran trincheras dispuestas para la resistenci­a.

Se libró un reñido enfrentami­ento, el capitán realista de apellido Maza con un contingent­e experto y bien armado rompió el cerco, replegando a las montañas a los insurgente­s.

Al entrar victorioso a esta ciudad el comandante de la corona española, manifestab­a su indignació­n que confesó se debía a la sorpresiva oposición encontrada, con la pérdida de varios de sus hombres.

Mandó “se incendiara el pueblo y pasaran a cuchillo cuanto animal se encontrara­n.

Lo mismo que se ejecutó inmediatam­ente”.

Realizado lo anterior, regresó a su cuartel instalado en Orizaba.

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