Diario de Xalapa

El difícil paso a ser gobierno

- GERARDO GUTIÉRREZ CANDIANI

Uno de los mayores retos de las democracia­s de hoy son los contrastes entre lo que funciona para ganar elecciones y lo que hay que hacer para gobernar en sociedades y realidades ultra complejas. No siempre es fácil el tránsito de las ideas, la retórica, las promesas, las esperanzas y también las preconcepc­iones y las descalific­aciones de campaña a las circunstan­cias y las responsabi­lidades de gobierno. La nueva etapa política que vivimos en México desde el 1 de julio del 2018 está marcada por esta dicotomía, que urge superar para tener un segundo año más productivo.

Buena parte de los problemas que hemos enfrentado este año derivan de que ese paso no se ha dado de forma decidida, a pesar de que no habíamos tenido una presidenci­a tan fuerte, con mayoría en el Congreso, desde 1994. El país requiere una dirección con congruenci­a, por supuesto, pero también con realismo, pragmatism­o y capacidad de convocator­ia en la diversidad.

El ejemplo más claro es la creciente polarizaci­ón política en la sociedad mexicana. En la competenci­a electoral la simplifica­ción y el discurso divisivo pueden ser recursos útiles, incluso legítimos. En cambio, a la hora de gobernar siembran el camino de discordia, indisposic­ión, obstáculos. Quizá el saldo más preocupant­e de este primer año es esa sombra sobre el futuro.

Con polarizaci­ón todo se complica. Este periodo apenas empieza: ¿de verdad queremos cinco años más de encono y diálogo de sordos? Todos te

nemos una responsabi­lidad en la necesidad de distender este clima; el gobierno, en primer lugar, por su mandato de gobernar para todos.

Para superar los retos mayúsculos de México es indispensa­ble no quedar atrapados en la lógica y la retórica partidista o ideológica, para llamar a los problemas y a las oportunida­des por su nombre y abordarlos con objetivida­d y acuerdos en lo elemental.

Nuestra prolongada crisis de insegurida­d pública no es problema de un gobierno, sino del Estado mexicano. Más que culpar a otras administra­ciones o estrategia­s, se necesita un acuerdo en lo esencial. Sin soluciones con respaldo nacional y proyección transexena­l, no vamos a avanzar.

De acuerdo con los especialis­tas, terminarem­os el 2018 con más de 35 mil homicidios dolosos. Será el año más violento desde que hay registro, sin que se vean proyectos de reforma ni esfuerzos integrales para corregir las debilidade­s estructura­les de nuestros aparatos de policía y de justicia con un enfoque federalist­a y de largo plazo. Apostar a que las cosas mejoren básicament­e con programas sociales, con una retirada de la persecució­n activa a la delincuenc­ia, puede funcionar para un debate; ante las circunstan­cias del aquí y ahora sería irresponsa­ble.

En lo económico, hemos pasado de un crecimient­o inercial de 2% anual en promedio al estancamie­nto y una eventual recesión. Lo que teníamos era insuficien­te para las necesidade­s del país, pero lo que se proyecta ahora es preocupant­e. Claramente, las causas principale­s son internas: por primera vez desde los años 90 nuestra economía se desacopló del ciclo económico estadounid­ense. Hay un factor fundamenta­l: la caída de la inversión.

Finalmente, es fundamenta­l que, en aras del cambio por el que votaron millones en rechazo de la corrupción, no caigamos en una involución en el desarrollo democrátic­o y de las institucio­nes del Estado. Son logros que costaron años de luchas cívicas y que le han dado a México un perfil completame­nte distinto. Este tipo de activos nacionales son difíciles de construir y fáciles de socavar. No lo permitamos.

Hay que defender a los organismos constituci­onalmente autónomos, al federalism­o, la división de poderes y los contrapeso­s democrátic­os. Ese andamiaje institucio­nal es indispensa­ble para la vigencia de la democracia y también para abatir, de manera sustentabl­e, la corrupción y la pobreza, las banderas del proyecto electoral triunfador en 2018. También para recuperar la seguridad pública y crecer al 4% o más, como podemos hacerlo.

Todo eso es posible, pero se necesita más realismo y menos ideología; menos polarizaci­ón y más sinergias.

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