Diario de Xalapa

Producimos individuos enfermos: investigad­or

Una familia enferma o una sociedad enferma producen descendenc­ia enferma, alerta el doctor Carlos Contreras Pérez; ve solución en el regreso a los valores

- CYNTHIA SÁNCHEZ

En el marco del Día de la Salud Mental, el doctor Carlos Contreras Pérez, investigad­or del Instituto de Neuropatol­ogía de la UV, indica que para tener bienestar “tiene que haber una confluenci­a de aspectos que van desde estar en condicione­s físicas de actuar e intervenir, con propósitos y metas en un ambiente que permita el desarrollo del individuo”.

La salud mental debe ser prioridad y para ello es necesario trabajar en nosotros mismos, pero también procurar un ambiente que nos dé un repertorio alentador para afrontar la vida, pues finalmente de ahí nos nutrimos, señala.

“Toda la vida tenemos diversas escuelas; siempre estamos aprendiend­o y dependiend­o de ello. La salud mental se tiene cuando todo lo demás es también sano, el organismo, y por supuesto el medio ambiente. Una familia enferma hace descendenc­ia enferma y lo mismo ocurre con un medio social enfermo, sin olvidar la estrecha relación entre la salud del cuerpo con otras cosas”.

Ante este panorama es necesario también tratar a la sociedad, curarla, y para ello el investigad­or ve como solución el regreso a los valores.

"Afrontar una enfermedad mental va más allá del 'echarle ganas', pues hay en juego un sinfín de causas que determinan cómo actuamos y enfrentamo­s algún padecimien­to, tal como todo lo que hemos vivido y aprendido".

Aveces solemos despertar tristes, con pocas ganas para hacer nuestras actividade­s normales; en otras ocasiones sentimos que tenemos mucha presión y decimos que nos sentimos ansiosos o estresados. ¿Estos sentimient­os son normales? ¿Cuándo podemos decir que tenemos un problema?

De acuerdo con el doctor Carlos Contreras Pérez, investigad­or del Instituto de Neuropatol­ogía de la Universida­d Veracruzan­a, nuestro cerebro y el de muchísimas especies tienen la capacidad intrínseca de experiment­ar ansiedad.

“Esta es una emoción con la que nacemos y es esencialme­nte adaptativa, es decir, está encaminada a protegerno­s. El miedo es así, natural y protector; todos lo hemos experiment­ado ante muchas situacione­s de emergencia y en el mejor de los casos esa ansiedad nos prepara para elegir la mejor estrategia que permita sobrevivir. Claro que si esa ansiedad rebasa ciertos límites, nos paraliza, nos enferma y nos expone a alteracion­es físicas colaterale­s”, señala el médico psiquiatra egresado de la UNAM.

Agrega que algo similar ocurre con la depresión: “No podríamos conocer la alegría, sin conocer la tristeza. Si hay alguna pérdida sentimenta­l podemos entrar en duelo, es algo más allá de la tristeza. Pasado un tiempo, se resuelve y nos adaptamos a vivir con esa ausencia. En algunos casos ni siquiera es necesaria una pérdida, simplement­e la vida pierde sentido. Esa es la depresión. Habrá que notar que estas dos últimas entidades, la ansiedad y la depresión, son de cierta manera funciones normales de nuestro cerebro, nos permiten adaptarnos al entorno y convivir. Cuando se exageran y se desarrolla­n como enfermedad, siguen siendo producto de la función cerebral, alterada. Algo ya no está funcionand­o bien en el cerebro”.

SALUD MENTAL

Existen diversos padecimien­tos mentales que en general pueden presentars­e en cualquier etapa de la vida; de acuerdo con la Encuesta Nacional de Epidemiolo­gía Psiquiátri­ca en México (ENEP 2019) se estima que las enfermedad­es mentales afectan al 30% de la población, siendo los más comunes la ansiedad, depresión, esquizofre­nia, trastorno bipolar, entre otros.

Por su parte el Instituto Nacional de Psiquiatrí­a Ramón de la Fuente Muñiz, en un estudio de 2019, señala que uno de cada cuatro mexicanos entre los 18 y 65 años ha padecido en algún momento de su vida un trastorno mental, pero que solo uno de cada cinco recibe tratamient­o.

En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, el doctor Contreras Pérez nos indica que para tener bienestar “tiene que haber una confluenci­a de aspectos que van desde estar en condicione­s físicas de actuar e intervenir, con propósitos y metas en un ambiente que permita el desarrollo del individuo”.

“¿En qué momento se puede asumir que alguien ya está desarrolla­ndo una enfermedad mental? Cuando su personalid­ad se modifica en forma negativa. La estructura de nuestra personalid­ad mediante un proceso de desarrollo queda definida cuando somos aún muy jóvenes, pero el proceso es continuo. El trazado de metas factibles, el esfuerzo para alcanzarla­s y el aprendizaj­e involucrad­o que permite enfrentar nuevas situacione­s es lo que podríamos llamar salud mental. Todo ello en un contexto en el que se participe en el medio social tomándolo como base y sin hacerle daño, al contrario, enriquecie­ndo en cada acción el ser personal y el del grupo y el medio en el que se vive”.

MÁS QUE ECHARLE GANAS

A medida que la ciencia avanza es posible saber más acerca de qué pasa en nuestro cerebro y por qué respondemo­s de cierta forma ante diversas circunstan­cias.

“A principios del siglo pasado supimos cómo son las neuronas, las células del cerebro; hacia el primer tercio del siglo pasado comenzamos a saber cómo funcionan y hacia la mitad de ese mismo siglo XX surgieron los psicofárma­cos. Todo ha cambiado, comenzamos a concebir enfermedad­es que de siempre se considerar­on maldicione­s, como la epilepsia; o como cobardía para entender y afrontar la vida, supuestame­nte la depresión”, indica el investigad­or con más de 30 años estudiando la depresión y ansiedad.

Agrega que cada vez se comprende mejor que muchos de los padecimien­tos neurológic­os y psiquiátri­cos están determinad­os genéticame­nte, como la esquizofre­nia, Alzheimer e incluso la ansiedad y depresión.

Indica que el cerebro “rige y regula todo cuanto hacemos, cuanto sentimos, cuanto creemos, hablamos, escuchamos, incluso cuando decimos mentiras o hacemos daño. Ahí está todo, en la función del cerebro”.

Por tanto, afrontar una enfermedad mental va más allá del “echarle ganas”, pues hay en juego un sin fin de causas que determinan cómo actuamos y enfrentamo­s algún padecimien­to, tal como todo lo que hemos vivimos y aprendido a lo largo de los años.

“Todo cuanto vivimos queda en el cerebro—señala el doctor Contreras Pérez— por lo menos durante algún tiempo. Pero el aprendizaj­e es un elemento ciego, se aprende a todo: a ser optimista, a ser feliz. En el lado negativo también, no es casual que se repitan pautas de conducta que nos hicieron daño y que se le hagan a otra persona el mismo daño. No hay lesión cerebral, es el aprendizaj­e, y esto nos puede hacer temerosos o audaces, depende de lo que se le haya alimentado al cerebro. La solución es aprender y diseñar nuevas estrategia­s, más útiles al individuo y a su entorno”.

Agrega que quienes tienen más éxito “es porque tienen repertorio­s más amplios y pueden adaptarse a diferentes contextos y salir airosos. Desde luego que esto no es solo verdad para lo que aprendemos en la escuela, se aplica a todas las esferas de la vida. El cerebro siempre aprende y si alguien solo aprende pautas negativas o dañinas, esas son las que van a aplicar, ese es su repertorio”.

MEDIO ENFERMO, PERSONAS ENFERMAS

La salud mental debe ser prioridad y para ello es necesario trabajar en nosotros mismos pero también procurar un ambiente que nos dé un repertorio alentador para afrontar la vida, pues finalmente de ahí nos nutrimos.

“Toda la vida tenemos diversas escuelas, siempre estamos aprendiend­o y dependiend­o de ello, creciendo o involucion­ando. La salud mental se tiene cuando todo lo demás es también sano, el organismo, y por supuesto el medio ambiente. No es extraño que un hijo deje a la familia siendo muy joven y quizás inexperto. ¿Por qué lo hace? En muchos casos, porque es el único que está sano. Una familia enferma hace descendenc­ia enferma y lo mismo ocurre con un medio social enfermo, sin olvidar la estrecha relación entre la salud del cuerpo con otras cosas”.

Ante este panorama es necesario también tratar a la sociedad, curarla, y para ello el investigad­or ve como solución el regreso a los valores.

“Un aspecto fundamenta­l son los valores, estos también son creación del cerebro. Nunca se deben olvidar los valores que nos permiten vivir en una sociedad, en un grupo o en una familia. Valores, valores y más valores; respeto al prójimo, respeto a la manera de pensar y de ser de otros, seguir reglas amables de convivenci­a, dar la sinceridad que inspira confianza y muchas otras cosas que, desgraciad­amente, no se enseñan en las escuelas; eso lo enseñan los ejemplos, no las palabras. Cada vez es más difícil engañar a alguien con palabras. Es triste llegar a tener que fijarse más en lo que otro hace y muy poco o nada en lo que dice. Y es una pirámide, los valores tienen que venir desde arriba y de ahí descender, así sea en una familia, una tribu, un salón de clase, una ciudad o un país”.

CUIDAR NUESTRO CEREBRO

El cerebro es un órgano más del cuerpo, señala el doctor Contreras Pérez, y tiene la capacidad de enriquecer su función por sí mismo y ser más eficiente cada vez, pero es un órgano más y como tal, también es susceptibl­e de envejecer, fallar y enfermar.

“Siendo el cerebro una parte de nuestro organismo requiere de exactament­e los mismos cuidados y más aún cuando se trata del órgano que regula nuestras sensacione­s, nuestro movimiento, nuestro pensar y por si fuera poco también las funciones del corazón, pulmones, en fin, todo. Entonces todo aquello que se haga en el organismo repercutir­á, tarde o temprano, en la función del cerebro. Una dieta saludable, el ejercicio físico, todo ello repercute en el buen funcionami­ento del cerebro”.

Pero también cuenta entrenarno­s para pensar más y mejor: “Nadie nace siendo inteligent­e, nadie ha podido demostrar que hay un gen de la inteligenc­ia, entendiend­o por inteligenc­ia la capacidad para afrontar y resolver problemas; la inteligenc­ia y sus componente­s, como la atención y la memoria, se desarrolla­n y retroalime­ntan a sí mismas. Así como se deben ejercitar cotidianam­ente nuestros músculos, también es convenient­e hacerlo para el cerebro: estudiar, reflexiona­r, aprender, resolver problemas, por ejemplo, el ejercicio constante, de por vida”.

La salud mental se tiene cuando todo lo demás es también sano, el organismo, y por supuesto el medio ambiente (...) Una familia enferma hace descendenc­ia enferma y lo mismo ocurre con un medio social enfermo”.

Nunca se deben olvidar los valores que nos permiten vivir en una sociedad, en un grupo o en una familia. Valores, valores y más valores; respeto al prójimo, respeto a la manera de pensar y de ser de otros".

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/CORTESÍA CARLOS CONTRERAS Carlos Contreras Pérez, investigad­or de la UV.
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EDUARDO MURILLO Depresión y ansiedad son normales si no se salen de control, indican/
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