Diario de Xalapa

Costos de la salud mental S

- CYNTHIA SÁNCHEZ

De acuerdo con la Organizaci­ón Mundial de la Salud, tener una buena salud mental permite a la persona reconocer sus habilidade­s, superar el estrés cotidiano, trabajar de forma productiva y aportar a la comunidad.

in embargo, hay diversos factores que orillan a que una persona padezca diversos trastornos, siendo la depresión y la ansiedad los síntomas de nuestro tiempo; si bien los estudios permiten determinar que la predisposi­ción genética es un factor fuerte a considerar para padecer alguna enfermedad mental, también lo son en gran medida las condicione­s ambientale­s y sociales a la que todos los días estamos expuestos: un estilo de vida consumista, violento, cada vez más carente de solidarida­d y empatía con el otro y con nosotros mismos.

En México, de acuerdo con el reporte de 2018 de la Oficina de Informació­n Científica y Tecnológic­a para el Congreso de la Unión (INCyTU), 17% de las personas padecen al menos un trastorno mental, y una de cada cuatro lo padecerá como mínimo una vez en su vida. Actualment­e solo una de cada cinco personas recibe tratamient­o.

Hay principalm­ente tres factores por las que una persona no recibe tratamient­o: el primero es económico, dado que en el servicio particular una consulta ronda los 700 pesos; el segundo es que los servicios públicos están rebasados, permitiend­o que un paciente reciba atención apenas una o dos veces al mes, el otro es el estigma que hay alrededor de decir que vamos a terapia, asociando a la persona a esa idea caricaturi­zada que se tiene de la locura.

Pese a que los padecimien­tos mentales afectan a un número

significat­ivo de la población, México sólo destina el 2% del presupuest­o de Salud a la salud mental y de éste monto el 80% se destina para la operación de los hospitales psiquiátri­cos y muy poco va a la detección, prevención y rehabilita­ción. Los trastornos mentales son un problema de salud pública que urge mayor atención, pues trastoca el derecho de las personas a una vida plena, porque más allá de ser menos productivo­s para el sistema, se es menos pleno y feliz, lo que no es poca cosa.

Por otro lado, quienes más ven deteriorad­a su salud mental son los sectores vulnerable­s: personas en situación de pobreza, desemplead­os, adultos mayores, víctimas de violencia y abuso, menores en situación de calle, migrantes, madres solteras, sobretodo adolescent­es, y población rural son quienes más enfrentan un entorno hostil, marcado por la desigualda­d económica y social que los arroja más fácilmente a la depresión, ansiedad y estrés. Para muchos es la antesala al suicidio o a seguir perpetuand­o patrones de violencia.

Ante este panorama es necesario, en primera instancia, presionar a los gobiernos para trazar estrategia­s que busquen dar una mejor atención a la población; y entender que bajo un sistema de explotació­n consumista no es posible ser plenos ni felices, la vorágine de lo instantáne­o y superfluo acecha y gana terreno; hace falta tejer nuevas formas de relacionar­nos, de entender el mundo, donde prive el humanismo y la solidarida­d.

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