Debates inútiles
Cuando, después del debate de los candidatos a la vicepresidencia de los Estados Unidos, vi que en la redes sociales el tema dominante era el episodio de la mosca parada sobre la cabeza de Pence, ratifiqué mi convicción de que los debates no sirven para nada bueno y solo son un show mediático promovido al más puro estilo de los combates boxísticos que alcanzan una gran audiencia, no porque el público auténticamente desee analizar los aspectos profundos de las posiciones políticas, sino por el morbo de ver quién es más agresivo, más ingenioso o más majadero; o esperar que ocurra un episodio lateral insustancial pero llamativo como el de la mosca, o el de aquella chica que atrajo la atención en uno de los debates presidenciales mexicanos.
Lo sensato
sería suprimir estos enfrentamientos pero, por supuesto, no sucederá porque el espectáculo es redituable en tanto entretiene a la gente y la hace sentir que participa de una auténtica decisión democrática aunque eso, en realidad, es solo una ilusión.
falta de concordancia entre la simpatía por la persona y la posición ideológica. Pero usualmente acaba imponiéndose la ubicación que, a manera de prejuicio, ya tenía la persona aun antes de ver el debate y la influencia de este sobre el resultado electoral realmente es mínima, particularmente en el sistema estadounidense
de votación indirecta, donde ha ocurrido dos veces en este siglo que el candidato con menor votación popular obtiene la presidencia.
Por otro lado los debates tampoco aclaran bien el posicionamiento de los candidatos que suelen eludir las preguntas incómodas. En el vicepresidencial, Kamala Harris no precisó la posición de los demócratas respecto de la relación con China y Pence eludió referirse al incómodo cuestionamiento sobre la manera de manejar la sucesión presidencial en caso de falta absoluta del titular del Ejecutivo.
Lamentable faceta de estos debates es la distorsión de los conceptos que se emplean y el uso de medias verdades o de francas mentiras. Por ejemplo, Pence acusando prácticamente de comunista a Harris por el simple hecho de que el partido Demócrata promueve políticas de apoyo social, como destinar financiamiento público para la educación o la salud; o bien afirmando que Trump había ordenado el cierre total de los viajes provenientes de China cuando en realidad no fue así.
Por su parte Kamala no fue capaz de sostener una posición clara en cuanto
al uso del fracking para la explotación de hidrocarburos.
Lo sensato sería suprimir estos enfrentamientos pero, por supuesto, no sucederá porque el espectáculo es redituable en tanto entretiene a la gente y la hace sentir que participa de una auténtica decisión democrática aunque eso, en realidad, es solo una ilusión.