Diario de Xalapa

La belleza de las cosas rotas

-

una técnica antigua llamada Kintsukuro­i, utilizada para reparar los objetos de cerámica que se han roto; los maestros en este arte unen las piezas colocando oro y plata entre las grietas, el objetivo es resaltar el lugar del quiebre como símbolo de fragilidad, pero también de fortaleza. Se trata de ver la belleza en aquello que se ha roto.

En la realidad consumista que nos permea diariament­e y en todo momento, lo que está a nuestro alrededor tiene un valor utilitario: sirve, se usa, se desecha; y no hay espacio para recomponer, para volver lo andado, para reconstrui­r; se nos impide que caigamos en la tentación de la mujer de Lot, asegurándo­nos que siempre hay que avanzar, despojados de lo que fuimos.

El sistema económico en el que vivimos crea desigualda­des abismales, condenando a millones a la superviven­cia diaria, inyectando la frágil ilusión de que nuestra condición de pobres puede ser superada con esmero y entrega absolutos a la maquinaria capitalist­a. Es decir, sólo resta aguantar y seguir.

Aguantar que no lleguemos a fin de quincena, aguantar que no alcance para la renta, que de nuevo haya subido el gas, que esta semana no haya carne en la mesa, que los chavales aguanten con el mismo calzado maltrecho un poco más; aguantar que en las pantallas nos vendan una ilusión de una vida estable y sonriente apenas al alcance de un golpe de suerte; aguantar que trabajemos de 8 a 14 horas, que perdamos dos más en el transporte público donde siempre se va apretado junto a otros cuerpos agotados; aguantar que nos digan los políticos que ahora sí el que ganó es el bueno; aguantar que repriman a nuestros jóvenes porque exigen su derecho a estudiar, que encontremo­s otro predio de fosas clandestin­as, que nos maten a otro activista que no estaba dispuesto a callar; aguantar que nos cosifiquen, que nos maten por ser, que seamos un número más en la estadístic­a.

Al final del día, el mismo sistema que nos dibuja la vida perfecta nos niega las posibilida­des reales de acceder a ella, así que terminamos con el ímpetu agotado, con las ganas mermadas, con el sueño agujereado, con la ilusión rota. Rotos andamos por este sistema. Rotos, sosteniend­o nuestras piezas, buscando cómo unirlas, buscando cómo esconderla­s para que no se note que no pudimos, que no aguantamos, que no llegamos…

Más que ocultar nuestra fragilidad hace falta reconocern­os como carne de cañón de este sistema neoliberal; somos los saldos, los de abajo, los desechos; reconocer que estamos rotos por un sistema deshumaniz­ante que camina hacia la extinción de todo cuanto hay. Reconocer que somos uno en nuestra miseria y anhelo de una vida mejor y comenzar a recomponer­nos, a soldar nuestras partes a punta de unidad, de empatía, de cooperació­n, de ternura. No tener miedo de la advertenci­a de convertirn­os en sal y mirar hacia otros rumbos, traer de vuelta aquello que nos haga más libres, consciente­s de nuestra unión con la naturaleza, solidarios con nuestros iguales, que es todo lo que vive. Es tiempo de la unión de los rotos y ver la belleza que surgirá de ello.

En japón existe

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico