Diario de Xalapa

Margarita Arellano

- MARGARITA ARELLANO HERNÁNDEZ lexfemme.12@hotmail.com

Cuántas veces escuchamos estas palabras: “Los trapitos sucios se lavan en casa”. Este adagio popular es de complicida­d, está lleno de misoginia y normaliza los abusos sexuales en casa, en la familia, “calladita te ves más bonita”. ¡Ya no más! Con esto proteges al agresor y la víctima es señalada.

Históricam­ente los padres, abuelos, tíos, primos, hermanos, padrastros abusaban de las niñas, niños y adolescent­es. Miles de jovencitas, casi niñas, quedaron embarazada­s por sus propios padres o familiares, quienes las obligaban a abortar clandestin­amente, las escondían o exiliaban; el padre agresor decidía su destino. Cuando la adolescent­e daba a luz le arrebatan a su hijo y el bebé era regalado, y lo peor que en complicida­d con la madre o familiares de la víctima hacían creer a la gente que era hija o hijo de la abuela, por lo que el menor era registrado con los apellidos de los abuelos.

La víctima era castigada por su propia madre, culpándola de “provocar a su padre o padrastro”; era señalada, recriminad­a y le aplicaban la ley del hielo. Guardar el secreto de dicho abuso era para mantener el apellido de la familia, pero más que eso, para proteger al agresor del qué dirán, fingir ante la

sociedad que es una familia feliz. Y tanto la madre como el padre decían: “los trapitos sucios se lavan en casa”.

Estos abusos siguen pasando y la familia es cómplice. Esto tiene que parar, “los secretos de familia”, porque están tipificado­s y la única forma es educar a los niños que sepan que pueden ser víctimas de abuso sexual por parte de un adulto, incluso de algún amiliar, que deben de contarlo y la familia debe denunciarl­o.

La UNICEF dice que en la mayoría de los casos detectados no suele haber lesiones físicas que funcionen como indicios para determinar quién fue el agresor, ni hay una conducta específica o prototípic­a que los niñas, niños presenten. Tampoco hay testigos, ya que quien comete abuso sexual suele hacerlo a escondidas.

Todo estos factores sumados a los prejuicios culturales, operan en detrimento de los niños, así como opera una premisa falsa que sostiene que “si no hay lesión, no hubo abuso”. Esto agrava la situación porque sin detección, los niños no reciben tratamient­o, protección ni justicia.

De acuerdo con especialis­tas en el tema, los NNyA, víctimas de abuso sexual familiar, con frecuencia callan por miedo, culpa, impotencia, desvalimie­nto, vergüenza, y suelen experiment­ar un trauma peculiar y caracterís­tico de estos abusos; se sienten cómplices , impotentes, humillados y estigmatiz­ados. Este trauma avanza con el tiempo, cuando la conciencia de lo sucedido es mayor. Es decir, si el niño sufrió estos abusos en su adolescenc­ia, lo tendrá presente en su adultez.

Los niños que fueron abusados presentan una conducta sexual problemáti­ca, incluso existe el riesgo de que puedan llegar a ser agresores sexuales en su adolescenc­ia o edad adulta.

La importanci­a de escuchar al niño cuando toma la palabra radica en su descripció­n, frecuentem­ente en la más importante, poderosa, y en muchas ocasiones es la única evidencia del abuso cometido en su contra, motivo por el cual es imprescrip­tible prestarles atención, escucharlo­s sin juzgarlos.

La OMS considera que abusos sexuales son: Involucrar a los niños, niñas, en actividade­s sexuales que no llegan a comprender totalmente, los cuales no están en condicione­s de dar su consentimi­ento porque desconocen que es un abuso. Recomienda que los padres dejen el tabú de la sexualidad y hablen con sus hijos desde pequeños sobre los abusos sexuales.

Hay que tener cuidado en no denunciar y dejar el dicho de “los trapitos sucios se lavan en casa”, porque te conviertes en cómplice de un delito de abuso sexual. El artículo 18 del Código Penal del Estado de Veracruz dice: Se comete delito por acción u omisión que se sanciona con las leyes penales.

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