La rebeldía de la esperanza
Reducir al ser humano a la mansedumbre del día a día sin que algo fuera de su realidad le llame la atención, es la mejor forma de control para garantizar reproductores de las condiciones que perpetúan la obtención de riqueza y privilegios para unos cuantos.
El anhelo que se nos permite bajo este sistema económico-social es trabajar, encontrar un lugar en el ciclo de producción, y se nos premia con pequeños estímulos que en realidad tienen en su base una misma tónica: la desesperanza, la convicción de que no hay nada más allá de lo aparente, de lo permitido; así que, ¿para qué cuestionar?, ¿para que intentar cambiar las condiciones que hoy nos llevan a la depresión, a la melancolía, al vacío interno?
Una de las líneas fundamentales de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, es la pérdida de la esperanza. En la novela la mejor forma de control que ha conseguido el sistema dominante va más allá del exterminio de los libros, las pantallas que vigilan las 24 horas, el control sobre tu cuerpo, tiempo e intereses; la mejor arma es la desesperanza, esa parsimonia pastosa con la que los personajes se mueven.
Montag es un hombre sin esperanza, se la robaron hace tanto que ni siquiera se ha dado cuenta.
Cree que vive para sí, para su esposa; que un empleo, una casa y una rutina es la vida y está bien.
Ensimismado en su monotonía, no es consciente de que con su trabajo y actitud apuntala eficazmente al mismo sistema que lo controla y explota hasta la miseria afectiva y moral.
La desesperanza, la tristeza y la insatisfacción se palpan en cada página, se dibujan en cada personaje, ese convencimiento hondo de que nada puede cambiar, que las cosas son así y no queda sino rendirse o seguir jugando el papel que se nos ha dado en un mundo socio-digital cada vez más llamativo y superfluo.
¿Cuántos vamos como Millie, la esposa de Montag, enganchados en la banalidad de una vida que parece fácil para huir de la realidad que en el fondo sabemos no nos hace felices? En los pocos segundos que Millie se detiene en el carrusel, intenta suicidarse, pero el sistema no la deja y la “salva” para que siga en el engranaje. ¿Cuántos seguimos dando vueltas sin sentido?
No obstante, ante la vorágine de este orden económico-social, es justo la esperanza lo único que es nuestro, que nos pertenece como desclasados, como desposeídos, como ninguneados, como desechados. La esperanza es el aliento de quien aún pese a todo quiere creer que la realidad que nos dan por hecha e inamovible sí puede cambiar y ser más justa, libre y solidaria.
La esperanza es una forma de rebeldía, una forma de protesta, una forma de transformar y de aportar para la construcción de un mundo nuevo. Atreverse a tener esperanza pese al caos del mundo y su indiferencia violenta y salvarla de la mentira y la superficialidad es también luchar y resistir.
La esperanza es el aliento de quien aún pese a todo quiere creer que la realidad que nos dan por hecha e inamovible sí puede cambiar