Cientos de
Las instalaciones de Jinhui, como muchas otras, dependen enormemente de un amplio programa de trabajo forzado norcoreano que está dirigido por un organismo secreto del Gobierno llamado Sala 39, que financia todo tipo de actividades ilícitas en el extranjero, como el blanqueo de dinero a ciberataques, pues según el Departamento de Estados de EE UU, Corea del Norte comenzó a enviar trabajadores a China en cantidades significativas en 2012. Ese año, más de 40 mil coreanos recibieron visados especiales. Una parte de sus salarios se la queda el Gobierno, que de esta manera financia las actividades de la Sala 39 y proporciona una fuente vital de divisas para el régimen. Naciones Unidas calculaba en 2017 que el país ingresaba entre mil 200 y dos mil 300 millones de dólares anuales a través del programa.
Aquel año, después de que Corea del Norte llevara a cabo pruebas con armas nucleares, Naciones Unidas impuso varias sanciones y declaró ilegal que las empresas extranjeras utilizaran trabajadores norcoreanos, asumiendo que su trabajo es forzado y sus salarios financian al régimen. Ese mismo año, Estados Unidos aprobó la estricta Ley para Contrarrestar a Adversarios de Estados Unidos Mediante Sanciones (CAATSA, por sus siglas en inglés), que impone fuertes multas a las empresas que importan productos vinculados a la mano de obra norcoreana.
La ley establece una “presunción refutable” que califica el trabajo realizado por norcoreanos como trabajo forzado, a menos que se demuestre lo contrario. No obstante, China ha seguido importando en masa trabajadores norcoreanos, que proporcionan mano de obra barata; según cálculos del Departamento de Estado estadounidense, actualmente hay más de cien mil trabajando en el país. Suelen estar empleados en empresas de construcción, fábricas textiles y compañías de software. Y muchos también procesan pescado y marisco.
En 2022, según un recuento del Gobierno chino publicado accidentalmente en internet, había hasta 80 mil trabajadores norcoreanos solo en la ciudad de Dandong, centro neurálgico del sector pesquero.
Este año me puse en marcha con un equipo de investigadores para documentar el empleo de norcoreanos en ese sector. Revisamos documentos gubernamentales filtrados, material promocional de empresas, imágenes por satélite, foros en línea y noticias locales. Visionamos centenares de vídeos de teléfonos móviles publicados en Douyin, Bilibili (un sitio chino para compartir vídeos) y WeChat (una popular plataforma china de mensajería).
En algunos, se hablaba explícitamente de la presencia de norcoreanos; en otros casos, pedimos a expertos que revisaran las imágenes en busca de acentos norcoreanos, uso del idioma y otros marcadores culturales. Informar en China resulta muy difícil para los reporteros occidentales, pero enviamos investigadores chinos a visitar fábricas, hablar con los directivos y filmar las líneas de producción. También envié en secreto, a través de intermediarios, preguntas a 20 trabajadores y cuatro directivos norcoreanos sobre su estancia en las fábricas chinas.
Los trabajadores, en su mayoría mujeres, relataban un amplio patrón de cautiverio y violencia en las fábricas. Cuentan que vivían retenidos en recintos rodeados de alambradas de espino, bajo la vigilancia de agentes de seguridad. Varios describían además las bofetadas y puñetazos que les propinaban los encargados por no trabajar lo suficiente o no seguir las órdenes, y que eran sometidos a severos castigos si intentaban escapar.
“A menudo advertían de que, si pillaban a alguno huyendo, le matarían sin dejar rastro”, escribía un trabajador. Otra de sus compañeras narraba: “El momento peor y más triste fue cuando me obligaron a mantener relaciones sexuales cuando nos llevaron a beber”. Casi todas ellas declaraban haber sufrido agresiones sexuales a manos de sus jefes.
En total identifiqué al menos 15 centros de procesamiento de pescado y marisco que, en conjunto, han utilizado a más de mil trabajadores norcoreanos desde 2017. Gran parte del pescado y marisco procesado en estas factorías acaba después en Estados Unidos. China niega oficialmente que estos trabajadores estén en el país. Pero su presencia es un secreto a voces. “Son fáciles de distinguir”, escribía un residente de Dandong en un comentario en Bilibili. “Todos llevan uniformes, tienen un líder y obedecen órdenes”.
A finales de 2023, un investigador de mi equipo encontró en una instalación china llamada Donggang Haimeng Foodstuff a un gerente norcoreano sentado ante un escritorio de madera con dos banderitas, una de China y otra de Corea del Norte. Las paredes, tras el escritorio, estaban vacías, excepto por dos retratos de los anteriores líderes norcoreanos, Kim Il Sung y Kim Jong Il.
El gerente llevó al investigador a la cafetería de empleados para que comiera un plato norcoreano de fideos fríos llamado Naengmyeon, y luego le enseñó la planta de procesamiento. Allí, varios centenares de mujeres norcoreanas vestidas de pies a cabeza con uniformes rojos, delantales rosas y botas de lluvia blancas estaban en pie, hombro con hombro, alrededor de unas largas mesas metálicas bajo unas luces fuertes, encorvadas sobre cestas de plástico de marisco donde cortaban y clasificaban a mano los productos.
La fábrica ha exportado miles de toneladas de abadejo a importadores que abastecen a grandes minoristas estadounidenses, como Walmart y ShopRite. (Ni Walmart ni ShopRite respondieron a las solicitudes de comentarios al respecto).
China se esfuerza por ocultar a toda costa el empleo de trabajadores norcoreanos. A finales de noviembre, después de que los investigadores de mi equipo visitaran varios centros de procesamiento pescado de Dandong, las autoridades locales distribuyeron panfletos con severas advertencias. Uno de ellos señalaba:
“Las personas que intenten ponerse en contacto con trabajadores norcoreanos, o acercarse a los lugares de trabajo de estos, serán tratadas como si participaran en actividades de espionaje que ponen en peligro la seguridad nacional y serán castigadas severamente”. Aquellos que colaboraran con medios de comunicación extranjeros, también avisaban, se enfrentarían a cargos en virtud de la Ley contra el Espionaje.