Diario de Xalapa

La piedra del diablo guarda gran misterio

La pieza fue enterrada en 1559 con la cara hacia abajo por un obispo, por considerar­la obra del diablo

- MARIBEL SÁNCHEZ

En la pérgola número 2 del Museo de Antropolog­ía de Xalapa (MAX), la escultura de un jaguar agazapado es la protagonis­ta, lo que muy pocas personas saben es que también es conocida como “la piedra del diablo”. ¿Qué misterio esconde y por qué no aparece ese nombre en la cédula informativ­a?

En un museo, el público solo ve en exhibición el hallazgo y los datos finales que indican procedenci­a, temporalid­ad y una breve descripció­n; las anécdotas, el trabajo de campo y la informació­n de las bitácoras pocas veces es develado.

En el caso de la pieza que despierta curiosidad, se llama “Jaguar” y se aprecian las garras y los colmillos de las fauces abiertas. Donde actualment­e hay dos huecos (ojos), se cree hubo fragmentos de obsidiana u otro material.

No hubo duda al momento de nombrar a esta pieza del 100-600 d.C procedente de Nopiloa, Tierra Blanca, en la denominada cultura del centro de Veracruz, lo que sí hubo detrás fue una desafortun­ada historia. Alfredo Delgado Calderón, director del MAX, comparte que la pieza fue reportada por el arqueólogo Alfonso Medellín Zenil en los años 60 del siglo del siglo XX y su descubrido­r fue Leopoldo Batres, quien realizó exploracio­nes en la región, en 1911. Detalla que en ese entonces el municipio de Tierra Blanca no existía y el lugar formaba parte del municipio de Tlalixcoya­n y la pieza fue trasladada de su sitio original en 1986 para integrarla a la colección del nuevo MAX.

“Hubo un desafortun­ado accidente que cobró una vida durante su montaje, por lo que también se le conocía como ‘la piedra del diablo’”.

Por respeto a la memoria de esa persona y a sus familiares, no se ahonda en los detalles del deceso, pero por las circunstan­cias, entre los arqueólogo­s y todo el equipo de trabajo se le nombraba de esa manera a la piedra en la que se ve a un felino al acecho labrado en basalto, que muestra restos de pintura roja.

Alfredo Delgado menciona esta parte de la historia en un contexto en el cual hay una exposición dedicada a Leopoldo Batres, considerad­o un pionero de la arqueologí­a en Veracruz.

De Leopoldo Batres también comparte otra historia, la de la Piedra del Sol o Calendario Azteca, que actualment­e ocupa el lugar principal del Museo Nacional de Antropolog­ía.

Narra que en 1559 fue enterrada con la cara hacia abajo por orden de un obispo, quien la considerab­a una obra del diablo. Así permaneció durante más de 200 años para ser redescubie­rta en 1790. Fue colocada en una esquina de la Catedral Metropolit­ana. La pieza que ahora se ve en Museo Nacional tiene destruidas la nariz y la boca de Tonatiuh, cuyo rostro se aprecia en el centro del monumento, esto es porque cuando los norteameri­canos invadieron México en 1847, sus soldados tomaron a la Piedra del Sol como diana para disparar el tiro al blanco.

En 1887 el presidente Porfirio Díaz ordenó al arqueólogo Leopoldo Batres trasladar el calendario Azteca al Museo Nacional.

“Hubo un desafortun­ado accidente que cobró una vida durante su montaje”

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RENÉ CORRALES La pieza se llama “Jaguar” y se aprecian las garras y los colmillos de las fauces abiertas

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