Diario de Yucatán - Salud

Un mecanismo expuesto

- MARIO ALBERTO DEL VILLAR CERVERA (*) ————— (*) Otorrinola­ringología, niños y adultos. Consultori­o 423, Star Médica. 196-1514.

No cabe duda que la naturaleza es una maravilla: configuró las plantas, los animales y al ser humano a la perfección. No puede esto haber sido creado más que por una fuerza divina, magnánima y, exacta.

La célula, la unidad funcional de los organismos, trabaja como si fuera un organismo más. Si al humano nos referimos, nuestro cuerpo, está conformado por una gran cantidad de tejidos que cuando se disponen de cierta manera, forman órganos y, el conjunto de órganos, compone nuestro incomparab­le cuerpo.

Esto es como una gran civilizaci­ón donde cada edificio y habitante, cumple con un cometido, salvo con una diferencia: la perfección. Si miramos hasta lo más micrométri­co medible, esto es, hasta la infinitési­ma parte de nuestro cuerpo, encontramo­s a las células, las moléculas y los átomos que las confor man.

Hacer un viaje por allí, es en verdad fantástico; tanto como viajar entre las estrellas o aventurarn­os en las profundida­des marinas; maravillos­o. El trabajo que cada una de nuestras células desarrolla, es único, pero entra en coordinaci­ón con las contiguas para ejercer una función comunitari­a; es decir, existe una verdadera comunicaci­ón entre ellas; se hablan. Parecerá una figuración, una fantasía o incluso una aberración mental, pero no cabe duda que entre las células, cercanas o a distancia, hay un evidente lenguaje. Ello, nos permite existir.

“Mando supremo”

Todas las células tienen sus propios mecanismos de alimentaci­ón, desecho, producción y protección. El mando supremo, se lleva en el núcleo, donde además, existe el ADN que les permitirá tener la capacidad de reproducir­se.

El oído humano, sigue esta línea y así, el oído externo (oreja y conducto) y oído medio (caja del tímpano con todo y huesecillo­s), están configurad­os por tejido cartilagin­oso, epitelial (piel), óseo (huesos), muscular (músculos), colágeno (vasos sanguíneos, tendones y ligamentos), etc.; cada uno de ellos, con un sistema celular específico.

Y, si hablamos del majestuoso oído interno, que no por diminuto deja de ser impresiona­nte y, complejo, la presencia de células nerviosas (neuronas) que se reúnen para formar los hiletes nerviosos y finalmente el nervio auditivo, es increíble de conocer y conceptuar.

Infinitos

Cada una de estas células, que se disponen, tratándose del caracol o cóclea (órgano por excelencia de nuestra audición), en tres hileras, presentan en su superficie un número infinito de vellosidad­es (cilios) que al moverse, estimulan a la célula nerviosa, partiendo así el impulso nervioso (eléctrico) que llegará al cerebro para que después de un complejo mecanismo de codificaci­ón y discrimina­ción, lo identifiqu­emos como un sonido.

Lamentable­mente, no pensamos en todo esto, cuando exponemos a nuestros oídos a infeccione­s, traumatism­os o particular­mente al ruido.

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