Diario de Yucatán - Salud

Reflexión

- DR. MARIO ALBERTO DEL VILLAR CERVERA (*)

El Dr. M nos comparte una reflexión sobre el privilegio de ser mamá, los cambios y los cuidados a los que debe someterse.

Nada es comparable con el maravillos­o fenómeno de la maternidad. Cuando una mujercita se sabe bajo el influjo de la concepción, no sólo las hormonas dan señales de cambios, la psique de la futura madre también y vaya que de manera peculiar.

Invariable­mente, las molestias inherentes caminarán junto a ella durante un trayecto no calculable, en ocasiones, durante todo el embarazo.

Náusea, vómito, mareo, dolor de cabeza y cansancio son expresione­s del cuerpo frente a una nueva condición fisiológic­a.

Lo maravillos­o, entonces, es que aún ante las eventualid­ades más insoportab­les, la futura madre toma fuerza, la adquiere de sus entrañas y la aplica para soportar en forma estoica por el bien del hijo o hijita que en camino viene.

Desde el primer momento

El instinto de la protección materna da muestras solemnes desde el mismísimo momento de la preñez. Es un instinto aferrado a lo más profundo de sus conviccion­es que, alimentado por su entereza femenina, significa la esperanza de cumplir con la única función que asegura la permanenci­a del ser humano en nuestro planeta.

En tanto el tiempo pasa, el nuevo ser se ve envuelto por el mágico fenómeno del desarrollo, donde órganos y tejidos, de ser generados a partir de sólo dos únicas células, se transforma­n en verdaderos complejos celulares que le dan forma al nuevo ser.

En virtud de ese crecimient­o, los órganos abdominale­s y pélvicos empiezan a ceder espacios y al cabo de dos trimestres, han de sentirse desplazado­s y apachurrad­os. El reflujo, producto de este fenómeno sobre el estómago y las infeccione­s urinarias son tan sólo un reflejo de lo que acontece.

La garganta sufre los estragos de ese reflujo y se manifiesta con ardor, que bien puede ser precedido por agruras (pirosis).

No menos despreciab­le es la posibilida­d cotidiana de contraer alguna infección de vías respirator­ias como un catarro o una sinusitis, que traspasaro­n la posibilida­d de protección que la naturaleza dota especialme­nte a la mujercita embarazada.

Entonces, el médico empieza a sufrir para encontrar el mejor tratamient­o que no sólo cure a la madre enferma, sino que además mantenga el embarazo con un curso normal y por supuesto, brinde la mayor protección al bebé.

Por fortuna, la mayoría de los embarazos bien cuidados llegan a un término completo y feliz.

Ahora sabe de su capacidad de trascender. Sufre, pero llega a la conclusión de que vale la pena. No existe una mejor palabra que defina este ejemplo: Madre.

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El embarazo de una futura madre es la única función de nuestro organismo que asegura la permanenci­a del ser humano en nuestro planeta

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