Reflexión
El Dr. M nos comparte una reflexión sobre el privilegio de ser mamá, los cambios y los cuidados a los que debe someterse.
Nada es comparable con el maravilloso fenómeno de la maternidad. Cuando una mujercita se sabe bajo el influjo de la concepción, no sólo las hormonas dan señales de cambios, la psique de la futura madre también y vaya que de manera peculiar.
Invariablemente, las molestias inherentes caminarán junto a ella durante un trayecto no calculable, en ocasiones, durante todo el embarazo.
Náusea, vómito, mareo, dolor de cabeza y cansancio son expresiones del cuerpo frente a una nueva condición fisiológica.
Lo maravilloso, entonces, es que aún ante las eventualidades más insoportables, la futura madre toma fuerza, la adquiere de sus entrañas y la aplica para soportar en forma estoica por el bien del hijo o hijita que en camino viene.
Desde el primer momento
El instinto de la protección materna da muestras solemnes desde el mismísimo momento de la preñez. Es un instinto aferrado a lo más profundo de sus convicciones que, alimentado por su entereza femenina, significa la esperanza de cumplir con la única función que asegura la permanencia del ser humano en nuestro planeta.
En tanto el tiempo pasa, el nuevo ser se ve envuelto por el mágico fenómeno del desarrollo, donde órganos y tejidos, de ser generados a partir de sólo dos únicas células, se transforman en verdaderos complejos celulares que le dan forma al nuevo ser.
En virtud de ese crecimiento, los órganos abdominales y pélvicos empiezan a ceder espacios y al cabo de dos trimestres, han de sentirse desplazados y apachurrados. El reflujo, producto de este fenómeno sobre el estómago y las infecciones urinarias son tan sólo un reflejo de lo que acontece.
La garganta sufre los estragos de ese reflujo y se manifiesta con ardor, que bien puede ser precedido por agruras (pirosis).
No menos despreciable es la posibilidad cotidiana de contraer alguna infección de vías respiratorias como un catarro o una sinusitis, que traspasaron la posibilidad de protección que la naturaleza dota especialmente a la mujercita embarazada.
Entonces, el médico empieza a sufrir para encontrar el mejor tratamiento que no sólo cure a la madre enferma, sino que además mantenga el embarazo con un curso normal y por supuesto, brinde la mayor protección al bebé.
Por fortuna, la mayoría de los embarazos bien cuidados llegan a un término completo y feliz.
Ahora sabe de su capacidad de trascender. Sufre, pero llega a la conclusión de que vale la pena. No existe una mejor palabra que defina este ejemplo: Madre.