Salvar una vida en el momento correcto
Este mundo actual, donde todo se mueve con rapidez y hay conglomeraciones humanas por doquier, está sujeto a gran número de accidentales. No se diga el caso dramático por el que atraviesa nuestro país con las desgracias naturales. El niño que tropieza y sufre una herida en la frente o la mujer que por la fragilidad ósea cae, son sólo algunos ejemplos en los que he sido útil como médico.
El caso más reciente ha dejado en mí una satisfacción personal que sólo puede sentir quien conscientemente ha salvado una vida.
Un chico joven se atraganta con una fritanga. Las personas que se encontraban a su alrededor intentan auxiliarlo intentando extraer lo que piensan no le deja respirar a este joven. Alguien grita desesperadamente la presencia de un médico y me encuentro relativamente cerca. La coloración amoratada de la piel y la falta de respiración me hacen saber que para ese momento no hay otra opción que una medida heroica. Le grito al muchacho que lo saque, en tanto le aplico dos palmadas vigorosas en la espalda.
Por fortuna, el milagro aconteció y la respiración se hizo patente. El chico recobraba el conocimiento y su color. Al sentarse, se aferra a mi cuello como muestra de agradecimiento.
El equipo de rescate llegó en ese momento al lugar y lo condujeron a un hospital, por fortuna, vivo.
La enseñanza es que debemos por todos los medios evitar los accidentes, pero cuando estos se dan, tratarlos bajo los cánones establecidos; de no ser útiles, emplear opciones, siempre, bien pensadas y dirigidas, de pre- ferencia por un médico.
Permítaseme reconocer la muestra humanitaria de todos quienes intentaron auxiliar al chico en ese trance tan difícil y a la vez, hacer patente mi reconocimiento a todos los médicos, que se olvidan de todo para salvar una vida. Dios impuso su voluntad y me siento muy honrado que me permitiera ser su instrumento.
(*) Otorrinolaringología para niños y adultos. Star Médica. Teléfono 196-1514