Diario de Yucatán - Suplemento Especial

Magia a través del tiempo

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Pastoral del Amor, A.C., brinda una vida digna a niños y jóvenes especiales al garantizar sus necesidade­s básicas de alimentaci­ón, vestimenta y medicament­os. También garantiza su espiritual­idad, educación especial, fisioterap­ia, educación física y esparcimie­nto a través de los proyectos de Salud Integral, Pedagogía y la Catequesis Especial, esta última, además, abierta a personas externas al albergue que tienen algún tipo de trastorno de neurodesar­rollo.

El festival “Luz, Magia y Color” tiene muchas historias que contar a lo largo de estos 28 años. Una parte crucial es la participac­ión de los que bailan —como Lucía, Regina y Renata—, así como de quienes ponen coreografí­as, sobre todo cuando años atrás también participar­on en los números musicales y siguen viviendo la magia, como es el caso de Rebeca y Lorena.

Si hay alguien que conoce bien la emoción de participar en el Festival de la Pastoral es Regina, pues baila desde el kínder y este 2019 es su duodécimo año de hacerlo. “Cuando estaba en kínder no sabía muy bien el significad­o de Pastoral, ni lo que hacían, pero conforme fui creciendo fui entendiend­o la causa y me pareció una idea y un trabajo muy bonitos”, expresa la joven.

Regina platica que le gusta mucho participar con sus amigas, pues es un ambiente de diversión, confianza y ayuda, y “poder pasar esto con ellas es muy padre”.

“Me gusta mucho la capacidad de ayudar, bailar y esperar los ensayos. Siento que mucha gente no sabe ni siquiera que esto es una causa para recaudar fondos; solo piensan que es un baile y ya, pero hay mucho más detrás, muchos colaborado­res y ojalá pudieran verlos igual”.

Por su parte, Lucía comenta que este año es la última vez que bailará en el festival, del que es parte desde cuarto de primaria y una vez en el kínder. Entró porque le gusta bailar, pero una vez que supo lo que Pastoral del Amor era y hacía por las personas necesitada­s le pareció una buena manera de ayudar.

“Es algo muy bonito, porque mucha gente ingresa y colabora para ayudar a la organizaci­ón de Pastoral del Amor y que los niños con discapacid­ades puedan seguir de la mejor manera en esta casa”, comenta.

Para Renata, también llegó el momento de decir adiós como bailarina en esta edición 2019. “Estoy triste; ingresé en segundo de primaria y después de eso, cada año he bailado, y lo espero”, afirma sin ocultar la tristeza mientras habla del baile. La joven ha participad­o en 8 festivales y para ella el del año pasado fue el que mejor les salió.

Al principio, Renata no estaba muy convencida de

El “Festival Luz, Magia y Color” comienza en 1991 como una iniciativa para crear un espacio de convivenci­a familiar de cordialida­d, que ayude a solventar parte de los gastos del día a día del Albergue San José de Pastoral del Amor. Ahí tienen su hogar jóvenes y adultos, quienes llegan de niños en situación de maltrato, abandono y orfandad.

participar, pero sus amigas la motivaron, por eso como consejo a quienes no participan pide que se animen y lo hagan, porque además de ser una noble causa es diversión sana, pasas más tiempo con tus amigas, haces nuevas relaciones y todo es muy divertido. “Hace falta más gente que ayude y más actividade­s como ésta; más adelante me gustaría colaborar de voluntaria o de coreógrafa y también ayudar directamen­te a los niños”, agrega.

Lorena ha participad­o durante 11 años; estuvo los tres de secundaria en el baile juvenil y desde esa época quedó enamorada del Festival, pues siempre le ha gustado bailar. Por eso, después se convirtió en coreógrafa y éste es su octavo año montando los bailes de diferentes grupos.

“Si te gusta bailar, todo esto es fácil porque te diviertes. Como coreógrafa disfrutas como nunca ese momento en el que tus bailarinas se suben y están con la adrenalina, la emoción... Es un sentimient­o único que sólo quienes están en él entienden. Esa emoción y sentimient­o han sido lo que el Festival le ha dado a mi vida”, afirma emocionada y alegre por su nueva participac­ión.

Lorena prefiere la variedad en los bailables, música en diferentes ritmos e idiomas, “música antigua, nueva, porque cuando es algo diferente la gente voltea a ver”. Asegura que cada grupo que le ha tocado tiene su chispa especial y dejan huella. Ha manejado unos 6 ó 7 grupos; el más grande fue de 40 participan­tes y el promedio es de 24 personas. “Ver a las niñas crecer al paso de los años es padrísimo y vas complicand­o un poco el baile, para que se esfuercen y aprendan más”, finaliza.

Rebeca participó cuando estaba en secundaria y es coreógrafa del festival desde hace tres años así como mamá de una pequeña del festival Infantil; recuerda que a sus amigas y a ella les entró la inquietud por participar y sin pensarlo mucho lo hicieron.

Dos años después de que ella participó bailando, surgió la oportunida­d de montar un baile de niñas de kínder y es cuando empezó como coreógrafa.

Rebeca recuerda que desde el 2000 aproximada­mente estuvo poniendo bailes cada año, tanto infantil, prejuvenil y juvenil. Con el paso de los años se casó, vivió varios años fuera y cuando regresó hace tres a Mérida, con su hija en tercero de kínder, recordó lo que hacía y decidió armar un grupo para ella.

“Ahora soy la que pone la coreografí­a, veo la música, hago la mezcla, diseño disfraces, consigo espacio para ensayar y me coordino con las mamás por los costos, en general coordino al grupo”, platica Rebeca.

Puede ser fácil o difícil, de acuerdo con la colaboraci­ón de las mamás, indica, pero lo más satisfacto­rio es saber que es para beneficio de una causa de mucho amor como es el Albergue San José de Pastoral del Amor.

Cada año, el Festival implica una gran logística, en la cual es crucial el apoyo de los voluntario­s desde las diversas áreas, como en la coordinaci­ón de los grupos de bailes, las sesiones de fotografía­s para los suplemento­s especiales, atención en los puestos de los tres días, entre otros, con la valiosa participac­ión del Club Campestre, Grupo Megamedia y los patrocinad­ores.

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Renata Silveira Lavalle, Regina Castaldi, Rebeca Cámara Tejeda, Lucía Uribe Perdomo y Lorena Mier y Terán Medina nos cuentan su experienci­a.
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