Oreja ante público hostil

Cuando José Mari Manzanares se para en la línea antes del paseíllo y mira al frente, debe imaginar que es el público de Madrid su primer enemigo en una tarde de toros.

En la que tal vez sea su plaza más antegónica, Manzanares brindó una actuación buena, quizá a secas, pero recta, suficien- te en duración y corte, para llevarse la única oreja de la 15a. corrida de la Feria de San Isidro. Una tarde anodina ante la mansedumbre y dificultad con los toros de El Pilar, con muchos kilos y cuernos, pero escaza, casi nula, raza y clase.

Al segundo, un sobrero de Charro de Llen, pudo cortarle una oreja de no ser porque, raro en él, la espada se fue muy de lado. Al quinto, el más potable, lo toreó con buena nota. Es más, de pronto parecía que había comunión, pero los del tendido siete se me- tieron fuerte con lo que hacía y, como en competencia, cuando rubricó la faena con una estocada certera, apretaron los que le vieron bien y “superaron” con sus pañuelos a los que protestaron. Media oreja por su faena, media oreja por el dispar criterio del público. La afición tiene para Manzanares más peligro que el toro.

Lo demás, para lo llamado “equis” de los tiempos modernos: Juan José Padilla sin chispa ni toros, Miguel Ángel Perera, desconectado.—

Manzanares se lleva un trofeo en tarde anodina