Llamado al cambio
La lluvia cae de manera pertinaz, como si estuviera llamada a lavar todas nuestras culpas...
En una abarrotada Plaza de San Pedro, en Roma, la misa termina.
Allí, un pueblo de Dios de diferentes nacionalidades y de diferentes misiones, espera pacientemente.
Laicos, religiosas, obispos, sacerdotes, misioneros, consagrados... se han reunido.
Comienza el “Año de la Misericordia”.
Con gran solemnidad, el Papa Francisco abre las Puertas del Perdón, las traspasa y ora por este mundo carente de paz y necesitado de perdón.
Afuera, la llovizna sigue cayendo, mojando y llamando a la conversión.
Seguidamente, el Obispo emérito de Roma, Benedicto XVI, las traspasa con ayuda de otras personas.
Todos estamos llamados: ciegos, leprosos, sordos, paralíticos... (en un sentido figurado).
Jesús, que es todo misericordia, puede curar mis heridas, nuestras enfermedades.
Pienso en el gran SÍ de María. Ella es la primera Puerta de la Misericordia, desde que aceptó ser la Madre del Verbo divino.
¿Será que yo pueda aprovechar este regalo tan grande que hoy me ofrece el Papa Francisco?— Mérida, Yucatán, diciembre de 2015.
————— (*) Educadora y ama de casa