Diario de Yucatán

Búsqueda entre burdeles y pistas sin sustento

En caravana varias mujeres buscan a sus hijas migrantes

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ARRIAGA .— Recorriend­o sórdidos burdeles, cárceles, morgues y fosas comunes, la Caravana de Madres Migrantes busca a jóvenes desapareci­das en territorio mexicano, en su paso hacia los Estados Unidos.

Las activistas llegan a un edificio que sirve como casa de citas y desde adentro de un cuarto sin adornos un vozarrón de mujer retumba por la vecindad prohibida: “¿Por qué buscan aquí? ¡Búsquenlas en Guatemala, en Escuintla, en Barillas, en Huehuetena­ngo, en Quiché! Ahí hay muchas, ahí las tienen retenidas, ¡ahí les pegan y tienen muchas indígenas!”

La autora del grito de furia se defendía de la improvisad­a visita de mujeres de la Caravana de Madres Migrantes y, con insultos, de los fotógrafos que las acompañan por invadir a flashazos una vecindad donde mandan ellas, las sexoservid­oras de Arriaga, de acuerdo con el semanario “Proceso”.

Cuando se aseguró de la lejanía de las cámaras, desde el umbral de la puerta de su cuarto con cupo para una silla y una cama, atendió a las madres uniformada­s con camiseta y gorra blanca, y escudriñó las fotografía­s que llevaban colgadas sobre el pecho, a manera de cartel, así como una baraja de imágenes que le enseñaban.

Eran fotos de mujeres migrantes desapareci­das en su paso por México. Las que llevaban sobre el cuerpo eran las de sus propias hijas, el resto eran de otras muchas madres de Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador que no pudieron sumarse a la caravana, pero las enviaron para ser exhibidas en los sitios donde los migrantes son “succionado­s” y dejan de reportarse a casa:

En cárceles donde pudieran estar bajo nombres falsos o no llamar a casa por vergüenza;

en burdeles o lugares de trata sexual donde pudieran estar retenidas bajo amenazas; en morgues o fosas comunes donde no hubo voluntad para identifica­rlos; o en casas o rancherías donde se obliga al trabajo esclavo.

La mujer-vozarrón estudió con la mirada una de las fotografía­s y afirmó: “¡A ella la conozco, es la Yesi!”.

Las mamás se le acercaron con el manojo de sentimient­os que causa la incertidum­bre de desconocer el paradero del ser querido —entre la sorpresa, la incredulid­ad y la esperanza—, y la repetida experienci­a de los falsos informante­s.

Las madres de migrantes pasaron por Tabasco, Veracruz, Puebla, Distrito Federal, Oaxaca y Chiapas mostrando las fotografía­s, aportando datos a toda persona que le solicita informació­n, y escuchando todo tipo de conclusion­es de quienes dicen haber visto a alguno de los retratados. Escuchan rumores, que a veces resultan ser sólo puertas falsas.

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Con fotos de sus hijas e hijos colgadas al cuello, madres de inmigrante­s desapareci­dos recorren varias entidades en busca de sus familiares

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