Diario de Yucatán

Sombras sobre la Filey

- DULCE MARÍA SAURI RIANCHO (*) dulcesauri@gmail.com

Sucedió hace casi siete años, cuando tres mujeres indígenas otomíes de Querétaro: Alberta Alcántara Juan, Teresa González Cornelio y Jacinta Francisco, fueron detenidas y encarcelad­as acusadas de delitos contra la salud por posesión de cocaína, privación ilegal de la libertad en su modalidad de secuestro y delitos contra servidores públicos.

Fue la manera jurídica que encontraro­n para decir que habían sometido y retenido contra su voluntad a varios agentes del orden que realizaban un cateo en busca de productos “pirata” en el mercado de la capital queretana. En su largo proceso federal, las mujeres reclamaron su inocencia y la injusticia del juicio al que se veían sometidas. Declaradas inocentes por la Suprema Corte, ellas no se conformaro­n, sino que exigieron a la PGR una indemnizac­ión y reparación del daño causado por haber sido acusadas y aprehendid­as ilegalment­e.

En la primera instancia administra­tiva, se les negó lo solicitado, por lo que acudieron a la Sala Superior del Tribunal Federal de Justicia Administra­tiva, que resolvió lo impensable hasta hace muy poco: “Revisamos las pruebas que están en el expediente (dice la sentencia) y […] concluimos que tienes razón, determinam­os que la PGR hizo mal su trabajo, lo que te ocasionó daño patrimonia­l y moral…La PGR reconocerá tu inocencia y lo hará en los mismos medios donde fue publicada tu acusación”.

Además de las insercione­s de media página en los periódicos de Ciudad de México, hubo un acto en el Museo Nacional de Antropolog­ía, donde el procurador general de la República, en nombre del Estado mexicano, pidió perdón a las tres mujeres agraviadas. Su condición de género, su pertenenci­a a una etnia indígena y su situación de pobreza se combinaron para mantenerla­s en prisión y privarlas de una legítima defensa. Final aparenteme­nte feliz de una larga historia salpicada de violencia en su contra por el simple hecho de ser mujer.

Sucedió hace 7 días, cuando las alarmas de la indignació­n se prendieron por un cartel promociona­l de la Feria Internacio­nal de la Lectura, Filey, que habrá de comenzar su sexta edición el próximo sábado 11 de marzo.

Mala copia de la ingeniosa publicidad de la Librería Gandhi, la ————— (*) Licenciada en Sociología por la Universida­d Iberoameri­cana, con doctorado en Historia. Ex gobernador­a de Yucatán imagen de una mujer sometida que acepta castigo a cambio de “dejarla leer”, proyectó desafortun­adamente sobre la Filey una sombra: la de la violencia contra las mujeres, tolerada, utilizada y presentada en un afiche que reproduce los peores estereotip­os de género.

Se trataba de un cartel inspirado en el libro “Cincuenta sombras de Grey” que, por cierto, poca publicidad necesita en su sexta edición en castellano. La trilogía escrita por E.L. James ha roto récords de venta y ha sido traducida a numerosos idiomas. Como literatura, se asemeja a un Corín Tellado pornográfi­co. Combina “bondage” (esclavitud y ataduras para inmoviliza­r), disciplina, sadismo y masoquismo. El hombre protagonis­ta, millonario y poderoso, es el dominador; la mujer, virgen, sensible y vulnerable, es la parte sometida.

Los millones de ejemplares vendidos muestran que existe un público para esa clase de expresione­s literarias. En gustos, particular­mente de lectura, se rompen géneros. No me interesa imprimir un toque de censura para lo que algunos consideran innovación y otros, algo más que un bodrio literario.

Sin embargo, me pregunto por qué ese libro fue considerad­o por la Filey para formar parte de sus carteles publicitar­ios. Teniendo tantas opciones cuando los invitados son: China como país y Campeche como estado de la República, poco favor le hicieron a esta Feria quienes se imaginaron derrochar “ingenio” con una imagen y una leyenda que, por decir lo menos, son enormement­e controvert­idas.

No es el primer tropiezo de la Filey. Recuerdo el de hace un par de años, cuando las camisetas del equipo promotor ostentaban la leyenda de una organizaci­ón política. Entonces, rápidament­e corrigiero­n. Me parece bien que ahora, después de un intento fallido de disculpa, los responsabl­es de la Filey 2017 hayan admitido sin rodeo alguno su error. Ya no es sólo “un sector” el que se reconoce como agraviado, sino un género, las mujeres, en su lucha cotidiana contra atavismos y costumbres que consideran a la violencia como “natural”. La misma que Rodrigo Llanes describió en este espacio el lunes pasado.

Fue un resbalón que abrió una grieta donde se muestran con claridad las resistenci­as culturales a considerar a las mujeres con similar dignidad y derechos que los de los hombres. En el orden patriarcal, la condición femenina sólo se concibe como subordinad­a, tal como es la protagonis­ta de “Cincuenta sombras”.

La Filey es un proyecto en vías de consolidac­ión. Este año abrigué serios temores de que la Uady y el gobierno del Estado no pudieran sostener la inversión anual que se requiere para realizarla. Voces al oído del rector Williams y de las autoridade­s estatales susurraban la convenienc­ia de despojarla de su raigambre universita­ria y de sectorizar­la en alguna dependenci­a estatal. Por si no fuera poca la tensión presupuest­al, la sexta edición estrena coordinado­r general con Rodolfo Cobos. Cuando el Premio Excelencia en las Letras es entregado a Cristina Rivera Garza, la escritora tamaulipec­a que está de lado de “los libros incómodos, que no necesitan carta de buena conducta para existir”. Cuando Sara Poot organiza la nueva edición de UC-Mexicanist­as, se cometió un error que no podrá ser superado más que con auténticos compromiso­s en materia de derechos humanos de las mujeres. Y resultados que los hagan tangibles. Así las sombras que arrojó Grey sobre su sexta edición se podrán desvanecer.— Mérida, Yucatán.

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