Diario de Yucatán

Fidelidad a Cristo en la Tierra

- RAÚL ESPINOZA AGUILERA (*)

El 22 de febrero se celebra en la Iglesia Católica la Cátedra de San Pedro. Es la fiesta en que los católicos nos unimos en torno a la figura del papa para secundar con fidelidad sus enseñanzas y su magisterio porque él es el sucesor de San Pedro.

Jesucristo vino a este mundo para redimirnos mediante su pasión, muerte y resurrecci­ón, y de esta forma abrirnos las puertas del cielo. Pero un aspecto fundamenta­l era el nombramien­to de su representa­nte directo en la tierra, cuando Jesús ascendiera a los cielos. Y el ————— (*) Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM y maestro en Comunicaci­ón por la Universida­d de Navarra. señor eligió a San Pedro como su cabeza visible, su vicario. Por ello, fue un querer divino que este ministerio petrino se extendiera a través de los siglos con la elección sucesiva de los romanos pontífices.

Ya desde el siglo III, San Cipriano escribía: “Se da a Pedro el primado para mostrar que es una la Iglesia de Cristo y una la Cátedra”, es decir, el magisterio y el gobierno.

Sabemos por fe, que es el Espíritu Santo quien gobierna a su Iglesia a través de su vicario en la tierra, el santo padre. Y con esta fiesta se ha querido realzar y señalar el episcopado del príncipe de los apóstoles, su potestad jerárquica y magisterio en Roma y por todo el orbe.

Esta fiesta nos recuerda a todos los católicos la obediencia y el gran amor que profesamos al que hace las veces de Cristo en la tierra, “al dulce Cristo en la tierra” como acostumbra­ba decir Santa Catalina de Siena.

El amor al papa Francisco es señal cierta de nuestro amor al Cristo. Y este amor y veneración se han de poner de manifiesto en la petición diaria por su persona y por sus intencione­s. La fiesta de hoy nos ofrece, también, una oportunida­d más para manifestar nuestra filial adhesión a las enseñanzas del santo padre, a su magisterio y a hacer un examen personal sobre con qué interés nos mantenemos informados de lo que el papa va predicando.

¡Qué duro debe ser el peso que grava sobre el Papa en el gobierno universal de toda la Iglesia! Sin duda que se deberá de enterar de todas las buenas noticias pero también de las malas, algunas de ellas particular­mente dolorosas. Y ello nos debe animar a venerarle, a quererle con verdadero afecto y ayudarle con la oración.

San Josemaría Escrivá de Balaguer escribía: “Ama, venera, reza, mortifícat­e —cada día con más cariño— por el romano pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el final de los tiempos, aquella labor de santificac­ión que Jesús confió a Pedro” (Forja, números 134 y 136).

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