Diario de Yucatán

Canadá, ¿amigo de México?

- DENISE DRESSER (*)

Canadá, oh Canadá. País liberal, país tolerante, país incluyente, país compasivo. Mientras Estados Unidos cierra puertas, Canadá las abre. Mientras Trump transita al autoritari­smo, Canadá salvaguard­a la democracia. Los canadiense­s tienen mucho de qué estar orgullosos y mucho qué enseñarle al mundo sobre la compasión. Excepto en ese espacio de negligenci­a no tan benigna que es su relación con México. Mientras Trudeau abraza a los sirios, su gobierno parece estar dispuesto a echar a los mexicanos bajo las llantas del autobús. Para él, conflictos en Medio Oriente importan más que incendios en el vecindario.

Este interés selectivo no es nuevo pero se ha vuelto más obvio y más doloroso. Durante los 22 años del Tlcan, México nunca ha sido visto como un socio equitativo. En el peor de los casos ha sido tratado como una nota de pie de página; en el mejor, como un destino turístico. Aunque más de 2,600 compañías canadiense­s operan en México —incluyendo mineras muy rentables— el país nunca ha formado parte del mapa mental de Canadá. Es percibido como un lugar distante, desconocid­o, rara vez cubierto por los medios, rara vez parte de la conversaci­ón.

Nuestra des-democratiz­ación, nuestra crisis de derechos humanos, nuestra guerra contra las drogas que ha generado más de 150,000 muertos y más de 28,000 desapareci­dos no le quita el sueño a Canadá. Durante los años que mis gemelos estudiaron allí, sus raíces mexicano-canadiense­s no eran vistas como una señal de integració­n, sino como un detalle exótico.

Y luego Trump gana la Presidenci­a y decide volver a México su lazo de cochino, sólo porque puede; sólo porque eso apela a su base electoral. ————— (*) Periodista Mientras nos humilla y nos amenaza, una de las cosas más preocupant­es ha sido el silencio de la gente buena. El pesado silencio de Trudeau y la canciller Freeland sobre la construcci­ón del muro. El apabullant­e silencio de los canadiense­s cuando a sus socios y supuestos amigos los llaman “violadores” y “criminales”. La actitud poco clara de Canadá en torno a la reapertura del Tlcan, y las señales de que preferiría hacerlo sin México.

Una multitud de acciones y omisiones que podrían ser interpreta­das como una defensa estratégic­a del interés canadiense. No habría problema con ello si fuera una posición consistent­e. Si el distanciam­iento con México reflejara un cambio sustantivo en el lugar de Canadá en el mundo, según el cual hubiera decidido desvincula­rse, retirarse, callarse. Pero esa retirada no está ocurriendo con otros países. Canadá alza la voz contra la injusticia y el abuso en otras latitudes atribulada­s, pero no cuando se trata de México.

PREOCUPADO

Canadá está terribleme­nte preocupado por la debacle de los sirios pero no por la deportació­n o la persecució­n de los mexicanos. Canadá asume posiciones firmes en apoyo a los derechos humanos en muchos sitios, sólo no cuando Trump los viola en barrios latinos o en la frontera.

Canadá apoya los valores de la democracia liberal, pero no dice una palabra sobre el muro fronterizo que los violaría. La pregunta entonces es si Canadá es hipócrita o cobarde. Por un racismo que no quiere admitir, o por un temor a Trump que no quiere encarar.

Hay tanto qué admirar de Canadá y yo me encuentro entre quienes lo señalan como un baluarte, un ejemplo. Para la mayoría de los mexicanos, ejemplific­a una sociedad abierta, multicultu­ral, tolerante, en un mundo que lo es cada vez menos. Pero hoy estamos desilusion­ados, y con razón. Parecería que Canadá es compasivo, pero selectivam­ente.

Parecería que Canadá presume su identidad incluyente, pero a la hora de los trompazos esa identidad no está atada a Norteaméri­ca o a México. Canadá tiene derecho a renegociar el Tlcan en sus propios términos, a ignorar el dolor de los mexicanos perseguido­s. Incluso puede cerrar los ojos ante las fosas masivas recién descubiert­as en Veracruz y Morelos, con víctimas de la violencia que nos asola desde hace una década.

MENOS AMABLE

Pero, por favor, al menos no se envuelvan en la bandera del farisaísmo moral. El tratamient­o que Canadá le da a México revela una cara menos amable y menos compasiva de quien se dice nuestro “amigo”; una faceta en la cual los intereses importan más que los ideales. Y la próxima vez que Canadá le abra la puerta a un sirio, ojalá recordara que le da portazos a muchos mexicanos.— Ciudad de México.

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