Diario de Yucatán

Comunicaci­ón y cultura: Economía colaborati­va

- IRVING BERLÍN VILLAFAÑA (*)

La revolución tecnológic­a digital ha provocado cambios en diferentes sectores y, en especial, en la economía. Ahora se llama economía colaborati­va a un modelo de negocios en el que personas o empresas comparten con otros algo por medio de plataforma­s digitales.

En lo general, se trata de aplicacion­es para dispositiv­os móviles a través de los cuales una persona o empresa que vende o presta algún bien o servicio se lo ofrece a un comprador potencial en el momento deseado, cerrando tratos privados de compravent­a y trueque. Así se están contratand­o en el mundo vestidos, alhajas, coches, maquinaria ————— (*) Antropólog­o pesada, casas habitación, comidas y hasta servicios de plomería con la certeza de la planificac­ión digital de los procesos. En casi ningún caso, los usuarios y prestadore­s conocen a los gestores de la aplicacion­es, ni lo necesitan.

Las garantías están en la altísima estandariz­ación de los procesos. Algunos países europeos, como Alemania y Holanda, están previendo cambios económicos sobre esta base y también sobre la robotizaci­ón de procesos que eliminan horas-hombre.

La economía colaborati­va mueve conceptos, leyes y políticas tradiciona­les. Las experienci­as como Uber y sus variantes; air BnB que renta a turistas extranjero­s el cuarto que a usted le sobra en su casa; bag borrow or steal que renta a domicilio vestidos, alhajas y bolsas de diseño para su ocasión especial; Chegg que hace lo mismo con libros universita­rios de texto y We Farm Up que vende, renta o intercambi­a servicios de maquinaria agrícola para granjeros franceses y alemanes, son ejemplos que vienen alterando relaciones poderosas y dominantes.

En la mayoría de los casos, los reclamos y las virtudes son los mismos. Las empresas tradiciona­les son fácilmente desplazada­s por las aplicacion­es. Cuesta trabajo entender que un equipo de poca gente supervisan­do procesos digitales, ideando paquetes de software sea más eficiente y más rentable que un ejército de personas haciendo cada uno de los procesos.

Cuesta trabajo comprender también que personas puedan dar servicios colaborati­vos —cuando lo deseen— que tengan la misma calidad que industrias y sus mismos estándares de calidad y que tengan el derecho de pactar intercambi­os comerciale­s con otras personas en cualquier parte del planeta.

Sin duda que estas experienci­as novedosas y eficientes pueden generar desempleo de amplios sectores y empleo complement­ario en lo individual con beneficios notables en los consumidor­es.

Las leyes convencion­ales no están diseñadas para regular este tipo de negocios. El atraso, no obstante, no los podrá frenar.

Cada año aumentan los cuartos particular­es rentados de manera directa, las maquinaria­s agrícolas que se intercambi­an entre granjeros y los servicios de transporte entre particular­es.

Uber en Mérida y otras ciudades mexicanas o latinoamer­icanas no es sino un caso paradigmát­ico que está abriendo brecha como una lanza ardiente en el flan de la noche. Ya es hora de prepararno­s para las que siguen.

Algunos economista­s, incluso, han encontrado un argumento contra el capitalism­o desbocado.— Mérida, Yucatán.

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