Diario de Yucatán

El fracaso de la política

- JULIO SAUMA CASTILLO (*) julio_sauma@hotmail.com @juliosauma

Recordar a Carlos Castillo Peraza, a 70 años de su nacimiento/natalicio, es recuperar la claridad ideológica de quien supo expresar y sostener sus ideas con responsabi­lidad. Hacer política, afirmaba, implica la capacidad de pensar antes de hacer y reflexiona­r después de actuar.

Para Carlos la política fue, sencilla pero contundent­emente, diálogo. Por ello era un apasionado por el lenguaje, al que entendía como instrument­o indispensa­ble para hacer cosas en común, para desplegar la dimensión social de nuestra humanidad.

Y por ello fue impecable orador, incansable charlista, sesudo editoriali­sta e incluso crítico mordaz de las pifias ortográfic­as o verbales de, por ejemplo, muchos pseudoperi­odistas que osaban ponerse “con Sansón a las patadas” en cuestiones lingüístic­as.

Consciente del valor de la palabra, siempre pugnó por reivindica­r, para la política, la retórica aristotéli­ca como el arte del argumento probable. Ni discurso cientifici­sta con pretension­es de verdad única ni demagogia sin fundamento. Porque sólo el argumento probable sin pretension­es de verdad absoluta puede, siendo tema de discusión, ser materia de debate, tema de votación y, por tanto, puede generar política y crear espacio público para que haya democracia. De lo contrario, estaremos ante la violencia, que es el fracaso de la política.

Y paradójica­mente hoy, a tres sexenios de la transición política que Carlos ayudó a forjar, el andamiaje democrátic­o se ha ido deslegitim­ando ante la sociedad, al grado de ser los partidos políticos y funcionari­os de elección quienes tienen los menores índices de confianza, la galopante corrupción ha sido, ante todo, una corrupción del lenguaje.

La democracia atraviesa en México y el mundo por un desencanto ciudadano en buena medida porque ha sido irresponsa­ble en sus argumentos, porque no ha sabido, o no ha querido, reivindica­r la retórica para la política dejando peligrosam­ente la convivenci­a humana a merced de la fuerza.

Argumentos intolerabl­es, como el uso de armas de destrucció­n masiva en Medio Oriente para saciar los ánimos intervenci­onistas de nuestro vecino estadounid­ense, son mortalment­e irresponsa­bles.

Argumentos inaceptabl­es, como la supresión de facultades a la Asamblea Nacional venezolana como un eslabón más en la cadena de ataques a la oposición por el régimen “chavista”, son institucio­nalmente irresponsa­bles.

Argumentos inmorales, como la andanada de spots para justificar el aumento incesante de precios totalmente incongruen­te con los cacareados beneficios de las reformas fiscal y energética en México, son económicam­ente irresponsa­bles. ————— (*) Antropólog­o y docente universita­rio

Argumentos ausentes del gobernador yucateco que ofreció combatir ferozmente la corrupción de su antecesora, que se pasea con total impunidad a pesar de la evidencia pública de los desvíos y derroche, su nula importanci­a en el tema, es aún más irresponsa­ble.

Argumentos insuficien­tes de la comisión anticorrup­ción panista ante denuncias que llevan más de ocho meses en espera de dictamen que sancione el uso discrecion­al del Ramo 23, que tanto desvío de recursos públicos ha propiciado, son éticamente irresponsa­bles.

Imaginar a Carlos como fundador de tradicione­s es recordar que fue capaz, parado sobre unas conviccion­es y valores democrátic­os, de generar una mirada acertada hacia el futuro y por ello hoy, lo que pensó es presente.

“Esta crisis del humanismo contemporá­neo —decía— está en el abandono, en nombre de la libertad, de la responsabi­lidad; cuando todo lo que hacemos se lo podemos imputar a algo que es externo a nosotros, es que somos irresponsa­bles de cuanto hagamos”. La tradición de la retórica responsabl­e que fundó Carlos sigue siendo un reto presente.— Mérida, Yucatán.

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