Judíos en Yucatán
Desde hace siete años existe en Mérida formalmente una “pequeña comunidad” de judíos empeñada en preservar su cultura y sus tradiciones con libertad y tolerancia
Decenas de personas de ascendencia judía radicadas en Yucatán participan en lo que ellos llaman el “Círculo Judío de Mérida”, creado hace siete años especialmente para preservar su cultura y sus tradiciones.
A ese círculo pertenecen judíos de distintas nacionalidades —incluyendo judíos yucatecos— tanto sefaradís como askenazis, ortodoxos, reformistas, tradicionalistas o practicantes. Todos, sin embargo, se unen sin problema en esta pequeña comunidad para rezar y celebrar sus fiestas.
“Es una muy pequeña comunidad, que en sus mejores momentos logró reunir a 120 personas”, dice Humberto Solís Martínez, miembro del Círculo e integrante de la única familia yucateca de ascendencia judía que practica esa religión en el Estado.
Reconocimiento
“Ahora somos 70 aproximadamente, aunque también tenemos una población flotante de estadounidenses y canadienses que vienen a pasar el invierno y se asoman a nuestro círculo”, añade Solís Martínez, un médico familiar de 37 años.
“Pero no somos un círculo nada más. Estamos reconocidos por el Rabinato de Jerusalén y nos conoce el Comité Central de la Comunidad Judía en Ciudad de México, y los principales rabinos de la mesa directiva de Cancún, donde hay un gran número de judíos practicantes”.
Según Solís Martínez, la fundación del Círculo Judío de Mérida fue una iniciativa de judíos residentes en Yucatán, la mayoría de fuera, pero que llevaban viviendo aquí más de 30 años, y de miembros de familias judías que llegaron a la Península en el siglo XIX, de las que él, dice, forma parte.
Arribazón
“Desde la década de los setentas y ochentas los judíos de aquí empezaron a buscar cómo juntarse para celebrar sus fiestas y tradiciones”, añade.
“Entre los años 2000 y 2010 hubo una arribazón de judíos de México, Monterrey y Guadalajara, así como estadounidenses y canadienses, principalmente retirados, israelíes, muchos argentinos, uruguayos, cubanos y venezolanos, entre otros”.
Familia grande
Al crecer la comunidad aumentó también la necesidad de organizarse para compartir las sus tradiciones y costumbres y sobre todo de transmitirlas a los hijos de los jóvenes matrimonios judíos que empezaban a asentarse en Mérida.
“Por eso formamos el Círculo Judío”, explica Solís.
“Realmente es como si fuéramos una familia grandota. Compartimos una historia, un ámbito cultural y religioso”.
El entrevistado afirma que en Mérida no hay sinagogas, como en Quintana Roo, donde funcionan seis, sino “espacios” para reunirnos en comunidad.
“En casi todas las casas de los judíos en Mérida se encienden las velas del Schabat desde el viernes al caer la noche, y se sirve una cena familiar o con amigos.
“Tratamos de que una vez al mes esta cena sea comunitaria, en casa de uno de los miembros del Círculo, a las que algunas veces asisten veinte personas y otras, se llena”.
De todo un poco
También, agrega, una vez al mes hacemos un servicio de rezos en la mañana en el que debe haber un mínimo de diez hombres para entonar cierto tipo de oraciones. Si no se llega a ese número, se modifican algunas cosas.
En Mérida, el doctor Solís es quien lleva los rezos con la entonación sefaradí, lo que a veces provoca discusiones amistosas cuando llega a la ceremonia un askenazi con la tradición de Polonia.
En esta comunidad hay de todo, no solo variedad de nacionalidades, sino de apellidos, Berdichevsky, Káter, Levi, Misrahi, y de ocupaciones, indica Solís. Hay hombres de negocios, profesionales, artistas y directivos de empresas agrícolas o de seguridad israelí, propietarios de hoteles en las zonas arqueológicas y de tiendas en Valladolid. “Ha llegado de todo un poco”, dice.
Tradicionalista
Aquí hay judíos ortodoxos, conservadores, reformistas, tradicionalistas y “observantes”, pero todos conviven sin problemas. El observante, explica Solís Martínez, empieza el Shabat con el encendido de las velas, cumple con el servicio religioso y se abstiene de trabajar, de hablar por celular, de escribir... Los tradicionalistas, que son la mayoría en Yucatán, en cambio, van a los rezos pero lo principal es lo que van a enseñarle a sus hijos: el encendido de las velas, la convivencia familiar... “Yo puedo decir que la comunidad judía en Yucatán más que religiosa es tradicionalista, a pesar de la presencia de personas ‘observantes’, poquitos pero los hay”.
Medio perdidos
El mayor auge del Círculo Judío de Mérida ocurrió a partir de 2005, con la llegada de David Eshel y su familia, recuerda.
Éste era director de Operaciones de Agroproject, la empresa encargada de construir los invernaderos en el gobierno de Cervera Pacheco.
“Tenía una casa en la colonia Campestre, con una especie de cuarto de juegos muy amplio, donde empezamos a realizar los rezos.
“En ese tiempo tuvimos una actividad comunitaria y religiosa muy intensa. Los rabinos dieron con nosotros y empezaron a venir a Mérida.
“Hasta antes, éramos una comunidad como medio perdida”.
“Hicimos muchas fiestas, celebramos en comunidad la ceremonia del Año Nuevo, el Yom Kippur, el Sucot, etcétera”.
Definitivamente la familia Eshel fue la gran impulsora de la comunidad judía en Yucatán y cuando se fue de Mérida, “se acabaron nuestras celebraciones en la Campestre y regresamos a nuestras casas”, dice Solís Martínez. Continuará.—