Diario de Yucatán

De política y cosas peores

- CATÓN

Una chica mexicana fue a estudiar en una universida­d de Estados Unidos en la cual había jóvenes protestant­es y judíos. “¡Esto es fantástico! —le contó entusiasma­da a una amiga en un mensaje—. ¡Los chavos usan pantalones tan ajustados que se puede ver cuál es su religión!”.

Reflexiona­ba una señora a quien le había crecido visiblemen­te la región llamada glútea: “¡Qué sabia es la naturaleza! ¡Cuando llegamos a la edad en que debemos estar más tiempo sentadas nos da un cojín más cómodo!”.

PIES FRÍOS

Don Chingetas, practicant­e de yoga, se quejaba de tener siempre los pies fríos. Decía desconcert­ado: “No sé qué me sucede. Cuando me pongo cabeza abajo la sangre se me va al cerebro; pero cuando estoy en posición vertical la sangre no se me va a los pies”. Comentó fríamente su esposa, doña Macalota: “Es que tus pies no están vacíos”.

El pordiosero pedía limosna con un sombrero en cada mano. Pasó por ahí don Algón y le preguntó: “¿Por qué dos sombreros?”. Explicó el pedigüeño: “Decidí abrir una sucursal”.

Jactancio Elátez, sujeto baladrón, veía con un amigo a las mujeres que pasaban por la plaza del pueblo. “Mira —le dijo con alardoso tono—. Esa mujer fue mía. También aquella que va allá. La señora de rojo fue mía igualmente, lo mismo que aquella otra. Todas ellas han sido mías, y muchas más”. “¡Caramba! —se admiró el amigo—. Entonces entre tu esposa y tú se han adueñado ya de todo el pueblo, pues entiendo que lo que has hecho tú con el sector femenino lo ha hecho ella con el masculino”.

SABIDURÍA ARÁBIGA

La antigua sabiduría arábiga aconsejaba a quien tenía un enemigo sentarse a esperar que pasara su cadáver. Desde luego el pensamient­o occidental no acepta esa actitud pasiva, y recomienda más bien adelantar el paso del muertito por medio de la acción directa. Yo, a medio camino entre el fatalismo de oriente y el activismo occidental, digo que esperemos a ver lo que hará Trump con su proyecto del muro, pero oponiéndon­os a él con energía y, desde luego, rechazando su absurda pretensión de que México lo pague.

En poco tiempo el prepotente ricachón ha visto fracasar algunos de sus planes, y no las tiene ya todas consigo. Los procederes que le permitiero­n alzarse con la presidenci­a de su país están siendo investigad­os, y numerosos observador­es consideran que no llegará al fin de su mandato. Esperemos, pues, y ya no nos preocupemo­s tanto por el famoso muro. Para decirlo a la mexicana: a gritos de marrano oído de chicharron­ero.

Babalucas se presentó en una casa de mala nota y le preguntó a la madama: “¿Cuánto hay que pagar por estar con una mujer?”. Respondió ella: “Depende del tiempo”. Precisó Babalucas: “Digamos lloviendo”.

Una comisión de vecinos del edificio visitó a don Martiriano, el esposo de doña Jodoncia. “Señor —le dijo el que encabezaba el grupo—, segurament­e está usted enterado de que la vecina del 14 enviudó a los pocos meses de casada y quedó en situación económica difícil. Estamos haciendo una rifa y venimos a pedirle que nos compre un boleto”. “No tiene caso, amigos —respondió don Martiriano con voz triste—. Ustedes conocen a mi esposa y saben que aunque en la rifa me sacara a la vecina no me permitiría que la trajera a casa”. FIN.— Saltillo, Coahuila.

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