En defensa de una vida auténtica
Algunos justifican el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción, al menos hasta cierto número de días, no puede considerarse vida humana personal.
En realidad, “desde el momento en que el óvulo es fecundado se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre... la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese ser viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación se inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar”.
¿Cómo un individuo humano podría no ser persona humana? El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese momento se le deben reconocer derechos, principalmente el inviolable de la vida.
La nueva vida humana exige ser protegida sobre todo por los progenitores, médicos y legisladores.
La nueva vida humana no es un puñado de células, no es una parte más del cuerpo de la madre, sino un nuevo ser que se desarrolla a sí mismo. Y, aunque la madre esté enferma o haya sido violada, el embrión o feto no es un injusto agresor ante el cual ella deba defenderse.
Se argumenta que se debe legalizar el aborto por razones higiénicas, sobre todo para evitar los clandestinos que ponen en peligro a la mujer. Ningún aborto puede considerarse higiénico, ya que siempre causa daños severos e irreversibles. En los lugares donde se ha legalizado el aborto han aumentado los clandestinos con tal de no quedar registrados en las clínicas autorizadas.
Los médicos y legisladores no podrán eludir en sus intervenciones las consecuencias físicas más frecuentes en las mujeres que abortan, como infecciones, hemorragias, perforación del útero, esterilidad y a veces la muerte. Además, advertirán de las inevitables secuelas psicológicas: depresión, inseguridad, autorreproche.—