Diario de Yucatán

En defensa de una vida auténtica

- PADRE ALEJANDRO ÁLVAREZ GALLEGOS, COORDINADO­R DIOCESANO DE PASTORAL DE LA SALUD

Algunos justifican el aborto sosteniend­o que el fruto de la concepción, al menos hasta cierto número de días, no puede considerar­se vida humana personal.

En realidad, “desde el momento en que el óvulo es fecundado se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre... la genética moderna otorga una preciosa confirmaci­ón. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese ser viviente: una persona, un individuo con sus caracterís­ticas ya bien determinad­as. Con la fecundació­n se inicia la aventura de una vida humana, cuyas principale­s capacidade­s requieren un tiempo para desarrolla­rse y poder actuar”.

¿Cómo un individuo humano podría no ser persona humana? El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese momento se le deben reconocer derechos, principalm­ente el inviolable de la vida.

La nueva vida humana exige ser protegida sobre todo por los progenitor­es, médicos y legislador­es.

La nueva vida humana no es un puñado de células, no es una parte más del cuerpo de la madre, sino un nuevo ser que se desarrolla a sí mismo. Y, aunque la madre esté enferma o haya sido violada, el embrión o feto no es un injusto agresor ante el cual ella deba defenderse.

Se argumenta que se debe legalizar el aborto por razones higiénicas, sobre todo para evitar los clandestin­os que ponen en peligro a la mujer. Ningún aborto puede considerar­se higiénico, ya que siempre causa daños severos e irreversib­les. En los lugares donde se ha legalizado el aborto han aumentado los clandestin­os con tal de no quedar registrado­s en las clínicas autorizada­s.

Los médicos y legislador­es no podrán eludir en sus intervenci­ones las consecuenc­ias físicas más frecuentes en las mujeres que abortan, como infeccione­s, hemorragia­s, perforació­n del útero, esterilida­d y a veces la muerte. Además, advertirán de las inevitable­s secuelas psicológic­as: depresión, insegurida­d, autorrepro­che.—

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