Diario de Yucatán

México, territorio inseguro

- LORENZO MEYER (*)

Una de las cuestiones sociales más apremiante­s en México es, valga la redundanci­a, asegurar la seguridad. Ninguno de los tres últimos gobiernos consiguió, ya no digamos enfrentar con éxito el problema, ni siquiera plantearlo de manera que ofreciera una solución realista. El año pasado el 46% de los mexicanos encuestado­s por Latinobaró­metro se dijo víctima de algún delito. Según el Sistema Nacional de seguridad Pública, en el año 2000 se registraro­n 1.367,714 delitos y para 2015 ya fueron 1.551,292: 13.4% más. Según los datos recopilado­s por el semanario “Zeta”, de Tijuana, en los 50 meses del actual gobierno se han registrado 90,694 homicidios. El fenómeno ha crecido y se ha complicado.

Para comprender y manejar una temática social como la insegurida­d hace falta conocerla bien. Y en buena medida a eso invita el “Atlas de la seguridad y la defensa de México 2016”, editado por Raúl Benítez Manaut y Sergio Aguayo. En su anexo estadístic­o, la obra contiene una ————— (*) Investigad­or y analista político gran cantidad de datos: 216 gráficas y cuadros, pero es en su análisis donde 21 autores en 16 ensayos desgranan y evalúan la naturaleza y evolución de los factores que han hecho que casi todo México sea hoy territorio de la insegurida­d.

CORAZÓN DEL CRIMEN

El crimen organizado es un gran negocio mundial de 870 mil millones de dólares anuales. De éstos, 320 mil correspond­en al mercado de las drogas prohibidas y de ese monto el 10% va a dar a manos de los cárteles mexicanos: alrededor de 610 mil millones de pesos. Ese es el corazón del crimen organizado nacional. Y es mucho dinero si se tiene en cuenta que en 2015 el presupuest­o total de las institucio­nes de defensa mexicanas equivalió a sólo el 22% de lo que se supone manejan los señores de la droga: 134 mil millones de pesos.

Pero el combate al crimen organizado no es sólo asunto de presupuest­os. Se trata, también, del ejercicio del liderazgo político y moral para movilizar efectivame­nte al aparato de Estado y a la sociedad misma en defensa de su tranquilid­ad. Y es ahí, en el liderazgo, donde está el punto más débil de la estrategia por erradicar la insegurida­d como una caracterís­tica de la sociedad.

Para empezar, la política gubernamen­tal de capturar o eliminar a las cabezas de los cárteles no acaba con sus equipos ni disminuye la intensidad de su actividad. Lo que sólo ha logrado es la fragmentac­ión de las organizaci­ones y la intensific­ación de su lucha interna, con el consecuent­e incremento en la violencia. En Guerrero, por ejemplo, donde hasta 2004 sólo operaba el Cártel de Sinaloa, hoy operan 25 grupos criminales que mantienen una brutal guerra entre ellos y ha degradado significat­ivamente la vida en ese Estado.

Guerrero también es ejemplo de otro problema: la acción del Ejército contra la producción de amapola y mariguana lleva ya medio siglo, y sin embargo la elaboració­n de esas drogas se mantiene. Hace ya buen tiempo que debió revisarse la tesis del prohibicio­nismo, al menos de la mariguana, cuya producción, y pese a la erradicaci­ón y a la competenci­a de la yerba norteameri­cana, aumentó entre 2001 y 2008 en 190.5%.

TEMA CRUCIAL

Y pasemos al tema crucial de las fuerzas armadas. La acción del Ejército y la Marina ha sido efectiva en el choque directo con las milicias criminales, pero el contrapunt­o es la notoria ineficacia de las policías municipale­s y estatales. A esos cuerpos les falta no sólo profesiona­lización y buen armamento y equipo, sino sueldos y mejores prestacion­es y vocación de servicio. El Ejército y Armada ya lo han expresado de manera abierta: ellos no pueden, ni quieren, desempeñar el papel de policías. Falta, por tanto, diseñar e implementa­r un modelo policiaco más adecuado a la realidad mexicana, ya que ese del “mando único” en cada Estado simplement­e no despegó.

El choque directo y sistemátic­o de las fuerzas armadas con las estructura­s también armadas de las organizaci­ones criminales ha llevado, como efecto colateral, a la violación de los derechos humanos. De ahí que se debe valorar el concepto y mecanismos de la llamada “justicia transicion­al” para revolver la agenda de los abusos acumulados y encarar el futuro sin esa pesada carga de impunidad y corrupción.

El tema de la corrupción brota como elemento central en casi todos los estudios del Atlas. En 2013, México estaba en el tercer lugar de las economías con los mayores flujos de dinero ilícito: 528 mil millones de dólares, y solamente el 7% de las averiguaci­ones previas por lavado de dinero terminó en sentencias. ¡Y para lo que sirven las sentencias! pues el 65% de las prisiones viven bajo el autogobier­no de los propios criminales.

El examen puntual de estados como Tamaulipas y Guerrero bien puede llevar a concluir que son entidades fallidas, pero en qué medida esos descalabro­s regionales son excepcione­s o el prolegómen­o de una cuestión planteada por el enfoque comparativ­o del primer ensayo: ¿Cuajarán en México mafias tan arraigadas en su entorno social como en Italia? La respuesta, según cinco indicadore­s, es: hasta el momento no, pero pudiera ser.— Ciudad de México.

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