Diario de Yucatán

PIONEROS

Trabajar en una joyería “nos unió como familia”

- IVÁN CANUL

Una familia de joyeros, pionera del negocio en Mérida, conoce todos “los secretos del oro”

Hubo una época en que era común ver de casa en casa a vendedores pregonando oro y la gente no tenía miedo de comprarles anillos, pulseras, cadenas o filigrana.

Durante los años 50 en Mérida había unas contadas joyerías, entre ellas la “Yucateca”, propiedad de Pedro Marrufo Chan, quien sin tener el oficio de joyero fue pionero de esos negocios que hoy abundan en Yucatán.

“Don Pedro” nació en Tekantó el 27 de abril de 1929 e incursionó en el negocio tras llevarle la contabilid­ad a una joyería, porque tenía estudios de contador privado. Había sido funcionari­o del Banco del Sureste, administra­dor del diario del gobierno del Estado y colaborado­r de Luis Torres Mesías cuando fue éste fue alcalde y, posteriorm­ente, gobernador.

Marrufo Chan, quien se caracteriz­a por su espíritu emprendedo­r, decidió abrir su propio local en el recién inaugurado mercado “Lucas de Gálvez”. Era 1955 y el local pasó a ser el negocio en el que su esposa e hijos también trabajaban. “No como ahora, que muchos hijos prefieren hacer otras cosas”.

“Trabajar allí como que nos unió más como familia”, dice Ligia Esther Marrufo Borges, hija del matrimonio, tras recordar todas las vacaciones y días festivos que pasó en el negocio, al igual que sus hermanos Rossana, Martha, Pedro Pablo, Marco Antonio y Pilar.

Allí, entre la atención a clientes y proveedore­s, la familia conoció todos los secretos del oro, empezando por su color real.

“El oro en realidad no es amarillo, es rojo, por eso los aretes y cadenas de las mesticitas son rojos, ellas no creen en el oro amarillo”, señala Martha Borges Aldana, esposa del joyero.

Las mujeres del pueblo eran, de hecho, sus mejores clientas. Ellas buscaban piezas que no podían faltar en la indumentar­ia mestiza: aretes, rosarios y cadenas de dos vueltas de filigrana.

Los Marrufo Borges también aprendiero­n a identifica­r con un líquido los quilates de cada pieza. Si ésta se ponía verdosa, era de ocho quilates y si tomaba un tono rojizo, era de 18.

“De 21 (quilates) no hay, es un oro muy elástico que no se puede trabajar, y de 24 no existe, ni siquiera la barra es de 24..., es imposible”, dice la señora Borges, quien considera que las mejores piezas son las de 10 y 14 quilates. “Aun el de 18 se estira con el tiempo”.

La familia en realidad nunca trabajó el oro tal cual; es decir, no moldeaba. Era más bien distribuid­ora, pues compraba a joyeros de Guadalajar­a y Ciudad de México para vender. Lo que sí hacía era grabar algunas piezas, como las famosas esclavas que les ponían a los niños o los anillos de boda.

Fueron los primeros en tener máquinas para grabar, pues hasta entonces los grabados se hacían manualment­e, con buril.—

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 ??  ?? Pedro Pablo Marrufo Chan y su esposa, Martha Esperanza Borges Aldana, propietari­os de la joyería “Yucateca”, en entrevista con el Diario. Detrás figuran sus hijas Ligia Esther de Echeverría, Rossana Beatriz de López y Martha Esperanza de Ortiz; en los...
Pedro Pablo Marrufo Chan y su esposa, Martha Esperanza Borges Aldana, propietari­os de la joyería “Yucateca”, en entrevista con el Diario. Detrás figuran sus hijas Ligia Esther de Echeverría, Rossana Beatriz de López y Martha Esperanza de Ortiz; en los...

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