Diario de Yucatán

Una vida “alrededor de los gatos”

En el hogar de Gabriel Ramírez y George Ann Huck

- BOETA MADERA

Cuando pinta, Gabriel Ramírez en ocasiones lo hace en compañía de “Susi”. Ella encuentra su camino hasta lo alto de un estante en el estudio del artista, donde, en atalaya de privilegio, ve cómo la abstracció­n se transforma en trazos de color.

Pero entonces llega “Blackie”, se arma el lío y Ramírez tiene que echarlo.

De niño el artista no tuvo animales de compañía porque “en la Mérida antigua no era la costumbre”. Ahora, él y George Ann Huck viven “alrededor de los gatos”, como dice la doctora en Lengua y Literatura Españolas.

Porque, aunque piense que “esto es atender bebés”, el pintor confiesa que “acabas por encariñart­e con ellos”. Aun cuando a las 5:30 de la mañana reciba el primer aviso de que es momento de alimentar a sus cuatro mininos rescatados: las hembras “Susi” y “Musi” y los machos “Blackie” y “Rupi” se colocan debajo de su hamaca y le dan golpecitos para advertirle que ya es hora.

Y eso que aún no hablamos de “Boxita”, un canino hembra de 14 años que también forma parte de la familia y, de acuerdo con la pareja, nunca se traga el cuento de que no queda más alimento por servir. Ni de “Lula”, un gato hembra negro de bigotes blancos que no es propiedad de George Ann y Gabriel, pero que pasa el tiempo en su terraza, donde tiene garantizad­a comida, agua y una caja en la cual recostarse.

Para la doctora Huck —directora durante 37 años del Central College de Iowa en Mérida y activista, entre otras causas, de los derechos de las mujeres y el respeto al medio ambiente—, compartir la vida con los animales es algo que se aprende al crecer en una comunidad de menos de 300 habitantes y rodeada de naturaleza, como hizo ella en Commerce, Missouri. “Para mí viene de vivir en un pueblo, con animales toda la vida, el bosque cerca y al lado del río Mississipp­i”.

El deseo de cuidar del otro, sea una persona o un ejemplar de fauna como “Lula”, “supongo que también viene de sentir que la Creación incluye a todos y del respeto al derecho a la vida”.

En Commerce “ayudábamos a todo mundo, cuando había una tormenta mi mamá me mandaba a buscar a las viudas para protegerla­s en nuestro sótano; ese tipo de cosas en un pueblo chiquito uno lo hace”.

Cuando dirigía en Mérida el Central College de Iowa procuró que hubiera perritos (entre ellos xoloitzcui­ntles donados por el Centenario y un particular) en las instalacio­nes para hacer sentir bien a los estudiante­s.

“Boxita” llegó a la escuela a iniciativa de los alumnos,

que la recogieron durante una excursión a Ek Balam. Después de que se jubilara, a la doctora Huck le llegaron noticias de que la perrita ya no tendría cabida en el colegio, así que decidió llevarla a su casa, donde la sigue atendiendo, incluso de un mal en el páncreas que exige medicación. Tener animales en la familia, subraya, “requiere paciencia, amor y responsabi­lidad”.—

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George Ann Huck con “Blackie”, uno de sus cuatro gatos rescatados
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Arriba, el maestro Gabriel Ramírez en su estudio. Debajo, “Rupi”
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