En política, la sabiduría de mis tías
El domingo pasado escuchaba la radio, mientras me arreglaba para recibir a mis tías, dos mujeres extraordinarias, primas hermanas de mi madre y a quienes en su lecho de muerte les hizo prometer que velarían por mí hasta que saliera del centro de reinserción social. Algo que aprovecho para contarles, estimados y fieles lectores, que después de 14 años, finalmente será dentro de 11 meses, tres semanas, cuatro días y contando.
Estaba en estas reflexiones cuando de pronto de la radio salieron por milésima vez los anuncios políticos de las últimas semanas. Se escucharon las voces de los aún precandidatos criticándose unos a otros con esa vileza extrema y cruel que en nuestro país pareciera que ya es la marca de la casa. Despreciando cuanto hacen o dicen los adversarios, negándoles cualquier logro, buena voluntad o acierto en sus gestiones pasadas, presentes o futuras.
Dando un largo y resignado suspiro terminé mi arreglo y me dispuse a recibir a mis tías, que como cada tercer domingo de mes seguramente llegarían con su habitual puntualidad. Tal como se lo habían prometido a mi madre. ————— (*) Psicólogo. Interno del Cereso meridano
Desde abajo de la rampa de acceso, las vi bajar con el característico paso majestuoso de la abuela clásica, con su indumentaria casi canónica. Usaban esos maravillosos vestidos de flores estampadas que tienen botones por delante y holanes de encaje blanco en el cuello. Con su peinado tradicional del salón de belleza, el bolso colgado del brazo, en cuya muñeca traían una pulsera de oro con un colgante por cada uno de sus hijos. Oliendo a jabón y talco “Maja”. En fin, arregladas como Dios manda para salir.
Después de los saludos de rigor, sacaron lo que habían traído para compartir: “tamalitos de cuchara” y “caballeros pobres”, con su receta secreta, que fue acompañado de café de olla caliente como el marco ideal para ponernos al día de las cuitas familiares: los que se casaron, se pelearon, se murieron, se embarazaron o se reconciliaron, y por supuesto recordar generosamente a mi santa madre y las “tarambanadas” que a su juicio le hizo mi santo padre durante 30 años.
En la sobremesa y sin poder evitarlo, tocamos el tema de moda, las campañas políticas, descubriendo que ellas eran del mismo parecer que yo acerca de los anuncios que se escuchan una y otra vez. Quisiera transcribirles tal como lo recuerdo sus imperdibles, deliciosas y sabias reflexiones sobre este tema, desde la perspectiva de quienes, como ellas dicen, ya están de salida.
Mis tías dedicaron su vida al Estado, trabajaron durante más de 35 años, una como maestra y la otra como enfermera del IMSS, ya son jubiladas y en estas cosas de política se las saben bien, son aguerridas defensoras de sus colores partidistas. Una es verde y la otra azul. En lo personal le tengo profundo respeto a sus opiniones.
Decía una: “Pero Moza, si te quedas pensando, ¿no te parece que algo bueno habrán hecho unos u otros?, digo, a pesar de todo lo evidente y malo, que además a estas alturas del desparrame general nadie discute, caray, algún rinconcito luminoso habrá en la gestión del adversario, algo que salvar, que alabar. Digo yo, algo bueno que reconocer. ¿No crees?”
Muy juiciosa le contesto la otra: “Pues sí, Chata, pero desafortunadamente no es así. Todos los anuncios son idénticos: una sucesión de lo mismo, hasta el punto de que parece que todos encarnan la maldad pura y simple. El diablo en persona. Y que su actividad política está encaminada, exclusivamente a hundir a México y a sus habitantes por el sólo placer de hacerlo”.
Contraatacó la tía Chata ampliando el sentido de la plática: “Ahora aquí habrá que ver cómo les va a estos dos ‘chavos cuarentones’ que quieren ser gobernadores, porque la cosa estará reñida y la van a tener complicada”, enfatizando que estos dos “chavos” tienen la edad de sus hijos.
“Es cierto”, aceptó la tía Moza, “sus propuestas nos tienen que convencer a nosotros los ‘analógicos’, como me dicen los majaderos de mis nietos, pero también a ellos, los ‘chiquitos’ que ya van a votar, que son la generación ‘digital’. Esto, además, sin que se les olvide su propia generación que está en la transición”, remató la tía. “Mare Moza, qué tenían esos ‘caballeros pobres’”, dijo la tía Chata provocando francas risotadas de todos.
Desde su perspectiva y sin pretenderlo, las tías reflexionaban sobre la complejidad de estas campañas políticas. Más allá de las simples descalificaciones y de que sean ciertas o no, ahora no sólo se trata de hacer propuestas innovadoras, los candidatos deben considerar el momento de transición actual, de lo analógico a lo digital, porque como nunca antes existen tres generaciones con tres formas diferentes de comunicarse entre ellos y de entender su entorno. Los candidatos deberán hacer propuestas analógicas que sean entendibles para los unos y también proponer cosas innovadoras para el mundo digital en el que viven los otros.
Aún hay mucho camino por recorrer antes de la elección y aún más reflexiones de mis tías en sus habituales visitas de cada tercer domingo de mes. Que así sea.— Mérida, Yucatán.
Ahora no sólo se trata de hacer propuestas innovadoras, los candidatos deben considerar el momento de transición actual, de lo analógico a lo digital