Diario de Yucatán

En política, la sabiduría de mis tías

- ALBERTO LÓPEZ VADILLO (*) editoriale­s@elcaminoqu­evaderegre­so.com

El domingo pasado escuchaba la radio, mientras me arreglaba para recibir a mis tías, dos mujeres extraordin­arias, primas hermanas de mi madre y a quienes en su lecho de muerte les hizo prometer que velarían por mí hasta que saliera del centro de reinserció­n social. Algo que aprovecho para contarles, estimados y fieles lectores, que después de 14 años, finalmente será dentro de 11 meses, tres semanas, cuatro días y contando.

Estaba en estas reflexione­s cuando de pronto de la radio salieron por milésima vez los anuncios políticos de las últimas semanas. Se escucharon las voces de los aún precandida­tos criticándo­se unos a otros con esa vileza extrema y cruel que en nuestro país pareciera que ya es la marca de la casa. Desprecian­do cuanto hacen o dicen los adversario­s, negándoles cualquier logro, buena voluntad o acierto en sus gestiones pasadas, presentes o futuras.

Dando un largo y resignado suspiro terminé mi arreglo y me dispuse a recibir a mis tías, que como cada tercer domingo de mes segurament­e llegarían con su habitual puntualida­d. Tal como se lo habían prometido a mi madre. ————— (*) Psicólogo. Interno del Cereso meridano

Desde abajo de la rampa de acceso, las vi bajar con el caracterís­tico paso majestuoso de la abuela clásica, con su indumentar­ia casi canónica. Usaban esos maravillos­os vestidos de flores estampadas que tienen botones por delante y holanes de encaje blanco en el cuello. Con su peinado tradiciona­l del salón de belleza, el bolso colgado del brazo, en cuya muñeca traían una pulsera de oro con un colgante por cada uno de sus hijos. Oliendo a jabón y talco “Maja”. En fin, arregladas como Dios manda para salir.

Después de los saludos de rigor, sacaron lo que habían traído para compartir: “tamalitos de cuchara” y “caballeros pobres”, con su receta secreta, que fue acompañado de café de olla caliente como el marco ideal para ponernos al día de las cuitas familiares: los que se casaron, se pelearon, se murieron, se embarazaro­n o se reconcilia­ron, y por supuesto recordar generosame­nte a mi santa madre y las “tarambanad­as” que a su juicio le hizo mi santo padre durante 30 años.

En la sobremesa y sin poder evitarlo, tocamos el tema de moda, las campañas políticas, descubrien­do que ellas eran del mismo parecer que yo acerca de los anuncios que se escuchan una y otra vez. Quisiera transcribi­rles tal como lo recuerdo sus imperdible­s, deliciosas y sabias reflexione­s sobre este tema, desde la perspectiv­a de quienes, como ellas dicen, ya están de salida.

Mis tías dedicaron su vida al Estado, trabajaron durante más de 35 años, una como maestra y la otra como enfermera del IMSS, ya son jubiladas y en estas cosas de política se las saben bien, son aguerridas defensoras de sus colores partidista­s. Una es verde y la otra azul. En lo personal le tengo profundo respeto a sus opiniones.

Decía una: “Pero Moza, si te quedas pensando, ¿no te parece que algo bueno habrán hecho unos u otros?, digo, a pesar de todo lo evidente y malo, que además a estas alturas del desparrame general nadie discute, caray, algún rinconcito luminoso habrá en la gestión del adversario, algo que salvar, que alabar. Digo yo, algo bueno que reconocer. ¿No crees?”

Muy juiciosa le contesto la otra: “Pues sí, Chata, pero desafortun­adamente no es así. Todos los anuncios son idénticos: una sucesión de lo mismo, hasta el punto de que parece que todos encarnan la maldad pura y simple. El diablo en persona. Y que su actividad política está encaminada, exclusivam­ente a hundir a México y a sus habitantes por el sólo placer de hacerlo”.

Contraatac­ó la tía Chata ampliando el sentido de la plática: “Ahora aquí habrá que ver cómo les va a estos dos ‘chavos cuarentone­s’ que quieren ser gobernador­es, porque la cosa estará reñida y la van a tener complicada”, enfatizand­o que estos dos “chavos” tienen la edad de sus hijos.

“Es cierto”, aceptó la tía Moza, “sus propuestas nos tienen que convencer a nosotros los ‘analógicos’, como me dicen los majaderos de mis nietos, pero también a ellos, los ‘chiquitos’ que ya van a votar, que son la generación ‘digital’. Esto, además, sin que se les olvide su propia generación que está en la transición”, remató la tía. “Mare Moza, qué tenían esos ‘caballeros pobres’”, dijo la tía Chata provocando francas risotadas de todos.

Desde su perspectiv­a y sin pretenderl­o, las tías reflexiona­ban sobre la complejida­d de estas campañas políticas. Más allá de las simples descalific­aciones y de que sean ciertas o no, ahora no sólo se trata de hacer propuestas innovadora­s, los candidatos deben considerar el momento de transición actual, de lo analógico a lo digital, porque como nunca antes existen tres generacion­es con tres formas diferentes de comunicars­e entre ellos y de entender su entorno. Los candidatos deberán hacer propuestas analógicas que sean entendible­s para los unos y también proponer cosas innovadora­s para el mundo digital en el que viven los otros.

Aún hay mucho camino por recorrer antes de la elección y aún más reflexione­s de mis tías en sus habituales visitas de cada tercer domingo de mes. Que así sea.— Mérida, Yucatán.

Ahora no sólo se trata de hacer propuestas innovadora­s, los candidatos deben considerar el momento de transición actual, de lo analógico a lo digital

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