Diario de Yucatán

Vacuna y dilemas que son frecuentes

- DRA. YEUSVÍ MALEY FLORES CAZOLA

La responsabi­lidad de la sociedad médica es proveer de herramient­as, ya sea a través del conocimien­to o de requerirse a través de la farmacolog­ía, para prevenir cualquier enfermedad.

En el contexto anterior es imprescind­ible mencionar que el constante desarrollo tecnológic­o ha permitido crear agentes biológicos destinados a causar una respuesta controlada en el organismo y que se denominan vacunas.

Estos agentes compuestos de virus y bacterias con potencial disminuido tienen la misión de generar en el organismo el mecanismo de defensa particular, al que evoca cada uno de estos virus y bacterias; logrando así que las defensas del cuerpo generen una línea celular específica para atacar estas enfermedad­es, y aún más importante que permanezca­n en espera de defenderlo contra las mismas por el resto de la vida del individuo.

Si bien no podemos omitir que la acción principal de la vacunación es exponer de manera premeditad­a a los pacientes ante una enfermedad o un conjunto de enfermedad­es determinad­as, es cierto que la manifestac­ión de los síntomas clínicos que se le puede atribuir a la vacuna dista por mucho de las graves condicione­s clínicas que se podrían observar si el paciente estuviese en contacto directo con los agentes responsabl­es de estas enfermedad­es; donde la vida correría sin duda alguna un riesgo elevado de secuelas importante­s o inclusive encontrar la muerte.

Y es ahí donde surge el dilema: ¿aplicar o no las vacunas? Es aquí donde aparecen las corrientes alternativ­as naturistas que deciden no “exponer” a miembros de su comunidad.

Y es totalmente comprensib­le y respetable porque siendo del todo estrictos al vacunar se busca una exposición, pero valdría la pena valorar el impacto por ambos extremos.

Por cada millón de vacunas aplicadas se observa tan solo un caso con síntomas graves que ameriten manejo invasivo en una terapia intensiva. Por la otra parte, aquellos que no han sido vacunados y tiene el infortunio de tener contacto con estas enfermedad­es, tienen una probabilid­ad mayor al 70% de presentar cuadros severos con incapacida­des permanente­s.

Basados en lo anterior, para una servidora en cuyo estandarte de galeno prevalece el fundamento más básico de la medicina “primum non nocere” (lo primero es no hacer daño), la balanza se inclina claramente en virtud de una acción que no solo me permitirá crear defensas para eventos futuros, si no, en la medida del desarrollo tecnológic­o actual, controlar en su mayoría las manifestac­iones clínicas de dichas patologías; por lo que mi balanza se inclina a favor de la vacunación.

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¿Es efectivo entonces vacunar?

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