Diario de Yucatán

Muestras de que ya aprendió

- CARLOS LORET DE MOLA (*)

Hace unas semanas, los estrategas de José Antonio Meade y Ricardo Anaya se decían tranquilos, despreocup­ados por la enorme ventaja que mostraba en las encuestas Andrés Manuel López Obrador.

Ese optimismo se basaba en que ya una vez, en la elección presidenci­al de 2006, el tabasqueño tuvo una ventaja así de holgada y se equivocó una y otra vez, hasta que se le esfumó.

En los “cuartos de guerra” de Meade y Anaya esa seguridad sobre el futuro ha ido menguando: López Obrador no está cometiendo los mismos errores, y su posición en las encuestas sigue fuerte.

Del discurso incendiari­o, ha pasado a la conciliaci­ón.

De declinar alianzas, ahora suma al que se le atraviese.

De rechazar la oferta de alianza de Elba Esther Gordillo, ya incorporó a su campaña al yerno y al nieto.

De insultar al Presidente, ahora le ofrece perdón.

Del “innombrabl­e” a la cárcel, al perdón también.

De mofarse de la megamarcha contra la violencia, a la propuesta de amnistía.

De amenazar a los empresario­s, ahora quiere brindarles confianza y hasta sumarlos a su campaña.

De la cara de odio, a la sonrisa.

El más reciente lance lo reveló el ex dirigente nacional del PAN y secretario de Estado en el calderonis­mo Germán Martínez. Contó que López Obrador y su hijo Andy le ofrecieron estar en la terna de fiscal general de la República. A él, que fue su rival, que fue su acérrimo crítico, que lo atacó con virulencia cuando formaba parte del “cuarto de guerra” de Felipe Calderón en la encendida contienda presidenci­al de 2006.

¿EL VERDADERO?

¿Ha cambiado Andrés Manuel? Parece, pero nadie puede estar seguro. ¿Es este el verdadero Andrés Manuel o es una puesta en escena para campaña? Lo sabremos.

Si es un disfraz, sus rivales se esmerarán en despojárse­lo, en sacarlo de sus casillas, en que regrese el López Obrador que odia, que ataca, que exuda violencia en sus discursos, que pierde votos. Y López Obrador está a tiempo de equivocars­e y dejar ir de nuevo la Presidenci­a: todavía puede rajarse a los debates, regresar al tono descalific­ador, victimizar­se y transmitir incertidum­bre. Puede infundir desconfian­za en la iniciativa privada si insiste en cancelar el nuevo aeropuerto y en revertir la reforma energética, y entre muchos padres de familia si persiste en matar la reforma educativa, la mejor recibida en la población de las que emprendió este gobierno. Puede volver a mostrarse como el “peligro para México” y dejar de presentars­e como “la esperanza” de éste.

La carrera presidenci­al es un maratón. A veces los que inician a toda velocidad se desfondan en los últimos kilómetros. Pero también a veces los punteros no pierden su lugar en la competenci­a.— Ciudad de México

————— (*) Conductor del noticiero matutino “Despierta”

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