La democracia de las chachalacas
La tecnología revoluciona las relaciones humanas.
La invención de la imprenta amplió el poder de la información a nuevos y numerosos sectores. Ese hecho tuvo reacciones aristocráticas que despedazaban el derecho a las nuevas audiencias ignorantes de mucho, pero no de la letra.
Las nuevas tecnologías digitales también han ampliado estos accesos a la información y sobre todo a la expresión personal. Ahora todas y cada una de las personas con primaria, secundaria o con estudios superiores, indistintamente, podemos entrar a las redes sociales y consumir, difundir e interactuar con conocidos o desconocidos que abren la ventana de sus muros. “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”, afirmó Umberto Eco, según informó en su momento el diario italiano “La Stampa”.
Una idea contraria, expresó el doctor Daniel Hallin, un muy prestigiado sociólogo de la comunicación en relación ————— (*) Antropólogo y doctor en Ciencias de la Información con la nota roja o la prensa popular que había inundado el mercado mexicano de la televisión en la década de los 90: “el periodismo popular ha contribuido a la apertura de la esfera pública democrática. Ha promovido el interés popular por la política, en parte mostrando los asuntos políticos en términos más accesibles al público y ha forzado a los actores políticos de la cúpula a dirigir las inquietudes del público, concediendo un espacio para los movimientos y opiniones populares, y ha simbolizado su relevancia en el proceso político. En otros casos, y en otro sentido, ha tenido más consecuencias negativas, desalojando el contenido político de los noticiarios, distorsionando la agenda política, marginando y estereotipando a grupos sociales concretos, o proporcionando un espacio de propaganda por el cual los propietarios de los medios pueden modelar la opinión pública”.
Las redes sociales, como en su tiempo la nota roja, han ampliado la esfera pública y también la han distorsionado. Una de las consecuencias de esta extensión, sumada a una educación deficiente y una cultura política frágil, es la exageración de la personalización política, provocando endiosamientos y asesinatos de reputaciones individuales. Así, las audiencias se maravillan y apasionan con el escándalo personal, sea porque un retén los detuvo con aliento alcohólico, porque bailan bien las rancheras; sea si en lo íntimo de las alcobas se huelen las axilas, gimen como monos o hacen el salto del trapecio cuando besan con sal, pimienta y ajo. Silvio Berlusconi fue famoso no sólo por su afición a las jovencitas, sino también por comerse los mocos eludiendo las cámaras de los trenes italianos, cosa que tiene millones de compartidos en YouTube. Lo que casi no tiene importancia, para una buena parte de la sociedad es, en cambio, cuánto dinero gastan mes a mes los gobiernos en publicidad, el costo mensual de nuestro glorioso museo del Mundo Maya, cuyo director es famoso hasta por golpear y humillar impunemente a sus colaboradores; las obras inconclusas del gobierno de Ivonne Ortega y los millones de pesos que Angélica Araujo dilapidó eliminando como chatarra luminarias eficaces y cambiándolas por otras rentadas. Deje usted la importancia sobre estos temas. Nunca pasamos a las exigencias de correctivos para precampañas falsas o leyes inútiles para controlar la corrupción. Que nos roben impunemente, no pasa nada.
El linchamiento de las redes sociales se parece más a un pleito de chachalacas que a una reunión de ciudadanos, ya que es capaz de insultar, agredir, ofender y burlarse de los hombres públicos, sean actores políticos o simplemente funcionarios, entre los cuales no suele importar su desempeño público, sino el hecho escandaloso que hubieran provocado desde su vida u opinión personal. A algunos les ha costado el puesto su opinión o pereza sobre su no opinión de Juan Gabriel, en lugar de sus aportaciones a la cultura de una ciudad.
Me parece que esta democracia de las chachalacas es producto de: a) las carencias de nuestro sistema educativo, b) la aceptación del sistema político de estas nuevas carencias, c) la tecnología desregulada que permite, en aras de la libertad de expresión, el acoso, la diatriba, la burla, el escarnio y la falsedad y d) la expansión del sistema informativo que ya no repara en la mentira, la verdad o el escarnio públicos. Mentira, escarnio o burla son mercaderías que orientan la opinión pública de las masas interactuantes. El sistema político es cómplice si vemos quiénes están pagando las decenas de memes, videítos y noticias falsas que circulan en la red, mientras los líderes engolan la voz y critican lo que su otra mano oculta, la negra, favorece. ¿Quién educa o educará a los ciudadanos en esta pobre y ruidosa república de los memes?— Mérida, Yucatán.