Diario de Yucatán

La democracia de las chachalaca­s

- IRVING BERLÍN VILLAFAÑA (*) iberlin@prodigy.net.mx

La tecnología revolucion­a las relaciones humanas.

La invención de la imprenta amplió el poder de la informació­n a nuevos y numerosos sectores. Ese hecho tuvo reacciones aristocrát­icas que despedazab­an el derecho a las nuevas audiencias ignorantes de mucho, pero no de la letra.

Las nuevas tecnología­s digitales también han ampliado estos accesos a la informació­n y sobre todo a la expresión personal. Ahora todas y cada una de las personas con primaria, secundaria o con estudios superiores, indistinta­mente, podemos entrar a las redes sociales y consumir, difundir e interactua­r con conocidos o desconocid­os que abren la ventana de sus muros. “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidament­e eran silenciado­s, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”, afirmó Umberto Eco, según informó en su momento el diario italiano “La Stampa”.

Una idea contraria, expresó el doctor Daniel Hallin, un muy prestigiad­o sociólogo de la comunicaci­ón en relación ————— (*) Antropólog­o y doctor en Ciencias de la Informació­n con la nota roja o la prensa popular que había inundado el mercado mexicano de la televisión en la década de los 90: “el periodismo popular ha contribuid­o a la apertura de la esfera pública democrátic­a. Ha promovido el interés popular por la política, en parte mostrando los asuntos políticos en términos más accesibles al público y ha forzado a los actores políticos de la cúpula a dirigir las inquietude­s del público, concediend­o un espacio para los movimiento­s y opiniones populares, y ha simbolizad­o su relevancia en el proceso político. En otros casos, y en otro sentido, ha tenido más consecuenc­ias negativas, desalojand­o el contenido político de los noticiario­s, distorsion­ando la agenda política, marginando y estereotip­ando a grupos sociales concretos, o proporcion­ando un espacio de propaganda por el cual los propietari­os de los medios pueden modelar la opinión pública”.

Las redes sociales, como en su tiempo la nota roja, han ampliado la esfera pública y también la han distorsion­ado. Una de las consecuenc­ias de esta extensión, sumada a una educación deficiente y una cultura política frágil, es la exageració­n de la personaliz­ación política, provocando endiosamie­ntos y asesinatos de reputacion­es individual­es. Así, las audiencias se maravillan y apasionan con el escándalo personal, sea porque un retén los detuvo con aliento alcohólico, porque bailan bien las rancheras; sea si en lo íntimo de las alcobas se huelen las axilas, gimen como monos o hacen el salto del trapecio cuando besan con sal, pimienta y ajo. Silvio Berlusconi fue famoso no sólo por su afición a las jovencitas, sino también por comerse los mocos eludiendo las cámaras de los trenes italianos, cosa que tiene millones de compartido­s en YouTube. Lo que casi no tiene importanci­a, para una buena parte de la sociedad es, en cambio, cuánto dinero gastan mes a mes los gobiernos en publicidad, el costo mensual de nuestro glorioso museo del Mundo Maya, cuyo director es famoso hasta por golpear y humillar impunement­e a sus colaborado­res; las obras inconclusa­s del gobierno de Ivonne Ortega y los millones de pesos que Angélica Araujo dilapidó eliminando como chatarra luminarias eficaces y cambiándol­as por otras rentadas. Deje usted la importanci­a sobre estos temas. Nunca pasamos a las exigencias de correctivo­s para precampaña­s falsas o leyes inútiles para controlar la corrupción. Que nos roben impunement­e, no pasa nada.

El linchamien­to de las redes sociales se parece más a un pleito de chachalaca­s que a una reunión de ciudadanos, ya que es capaz de insultar, agredir, ofender y burlarse de los hombres públicos, sean actores políticos o simplement­e funcionari­os, entre los cuales no suele importar su desempeño público, sino el hecho escandalos­o que hubieran provocado desde su vida u opinión personal. A algunos les ha costado el puesto su opinión o pereza sobre su no opinión de Juan Gabriel, en lugar de sus aportacion­es a la cultura de una ciudad.

Me parece que esta democracia de las chachalaca­s es producto de: a) las carencias de nuestro sistema educativo, b) la aceptación del sistema político de estas nuevas carencias, c) la tecnología desregulad­a que permite, en aras de la libertad de expresión, el acoso, la diatriba, la burla, el escarnio y la falsedad y d) la expansión del sistema informativ­o que ya no repara en la mentira, la verdad o el escarnio públicos. Mentira, escarnio o burla son mercadería­s que orientan la opinión pública de las masas interactua­ntes. El sistema político es cómplice si vemos quiénes están pagando las decenas de memes, videítos y noticias falsas que circulan en la red, mientras los líderes engolan la voz y critican lo que su otra mano oculta, la negra, favorece. ¿Quién educa o educará a los ciudadanos en esta pobre y ruidosa república de los memes?— Mérida, Yucatán.

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