Sin sentido común
Son muchas las ocasiones en que las personas actuamos sin pensar y decimos y hacemos cosas que no tienen sentido ni conllevan a nada bueno. Es común que esto suceda en las diferentes actitudes de la vida. Se pierde el tiempo y lo que se había planeado, si es que algo se quería lograr, resulta inútil, sin sentido. Y esto sucede en lo familiar, en lo laboral, en lo social y en lo político.
No es ningún fenómeno. Es algo que pasa cuando no se toman en cuenta las razones que pueden conducir al objetivo deseado.
Como un simple ejemplo podemos citar la manera en que los partidos políticos definieron a sus candidatos. Se dijo y se aseguró a los propios aspirantes que habría consultas a manera de encuestas para saber quién era el más conocido y aceptado como candidato por los votantes. Esto sucedió, sobre todo, entre quienes deseaban la alcaldía de su comunidad, aunque hay que aclarar que un partido, el PRI, dio a conocer con anticipación los lugares donde ya tenían candidato utilizando un método llamado ————— (*) Cronista y exalcalde de Tizimín de usos y costumbres.
Podemos decir que en Yucatán aproximadamente un 80% de los aspirantes priistas a las presidencias municipales tenían que acudir a la sede de su partido a reuniones con la dirigencia estatal para escuchar las peroratas de quienes les indicaban aquello de las encuestas internas cuando quienes llevan la batuta priista en el estado ya sabían quién sería el nominado. Entre engaños y pérdida de tiempo, quienes no resultaron favorecidos se enojaron. Las consecuencias se verán el 1 de julio cuando los “ponchados” —en términos beisbolísticos— y sus seguidores o simpatizantes descarguen el coraje contra la mentira que aguantaron durante semanas cuando tengan la boleta en la mano y estén solos en la urna para cumplir el deber cívico de votar.
Pero esto no sucedió sólo en el PRI. El PAN vivió una situación similar y en algunos casos peor porque, de acuerdo con versiones confirmadas de gente bien informada, el entonces presidente estatal de ese partido dio a conocer en reuniones privadas quién sería el candidato a la alcaldía. Podemos mencionar específicamente el caso de Tizimín. En una reunión celebrada en la oficina particular de Raúl Paz, todos los aspirantes declinaron en favor de Enrique José Ramos Rejón. El Comité Municipal del PAN tizimileño estuvo de acuerdo y se elaboró el acta correspondiente que daba la candidatura a Ramos Rejón, esperando tan sólo la designación del Consejo Político Estatal de que sería el candidato, lo que nunca sucedió despertando la inconformidad de quienes daban por descontado que Enrique José sería el nominado.
El Comité Municipal renunció en pleno como protesta. Pero el caso de Tizimín no es el único. El actual candidato a senador tenía serios problemas con otros panistas de cepa, lo que hizo que el Consejo panista cambiara los deseos y decisiones de Paz Alonzo.
El joven Ramos Rejón vio frustradas sus intenciones en el PAN, aunque ayer se inscribió como candidato de Nueva Alianza a la alcaldía tizimileña. Por el PAN, la abanderada será la licenciada Lizbeth Medina Rodríguez.
En ninguno de los dos partidos mencionados tiene sentido común la selección de candidatos a las alcaldías del interior del Estado. Se nombra a parientes, amigos cercanos, repetidores y hasta “triplicadores”, personas que no se han distinguido por el servicio a los demás, que es la base primordial del servicio público oficial, aunque hay que mencionar que hay honrosas excepciones.
Ya mencionamos en entrega anterior las cuotas de quienes aspiraron a niveles altos y no alcanzaron sus deseos. Así, algunas personas resultaron candidatos a diputados locales y presidentes municipales. ¿De verdad le importa a los partidos en esos casos el trabajo de resultados en favor del pueblo tanto en el Congreso como en algunas alcaldías?
No tiene sentido ni la democracia ni la preparación política y administrativa de quienes regirán los destinos de gran parte del pueblo yucateco. Lo que importa son los interés particulares y el famoso capital político no de quien es nominado candidato, sino de su padrino. Estamos a las puertas de una lucha del poder por el poder. Nada más.— Tizimín, Yucatán.