Diario de Yucatán

Quien te hace enojar te gobierna

- ERNESTO SALAYANDÍA GARCÍA (*) ernestosal­ayandia@gmail.com @teo_luna

Esta enfermedad perra, loca, maldita enfermedad perversa del alma, que comanda mi soberbia, acompañada de mi falso orgullo y toda la orquesta sinfónica que componen mis egos, más el cúmulo de defectos de carácter, más los nefastos patrones de conducta, mas ansiedad, vacío espiritual, por supuesto, las travesuras que hace mi loca de la azotea, es decir mis pensamient­os patológico­s.

Habría que agregarle, la cereza en el pastel, el sello de distinción que sin duda alguna es mi neurosis empedernid­a, explosiva, agresiva, egocéntric­a, esta enfermedad, por demás cruel, es genética, viene transmitié­ndose de una generación ————— (*) Periodista a otra. Sin importar que un borracho drogadicto lo entienda o no, es contagiosa, porque un neurótico como yo contamina de conductas tóxicas en su hogar.

Y en la casa de un empeder nido neurótico como yo hasta el perro es neurótico, es progresiva, incurable, es de por vida, no basta con tapar la botella, ni ir a juntas y juntas, porque solo vas a calentar la banca, es pues una enfermedad mental muy seria.

Claro que es física, tu nivel de ansiedad es en ascenso y tu cuerpo pide, exige sustancias tóxicas, llámese azúcar, cigarros, antidepres­ivos, licor, drogas en general, también es emocional.

Así que el que tenga antecedent­es genéticos de neurosis, alcoholism­o, codependen­cia, depresión, loquera, que le vaya poniendo atención a su vida, debido a que este mal es hereditari­o y mis hijos están propensos y son altamente sensibles a caer en las garras de esta perra y loca enfermedad, maldita enfermedad perversa del alma.

Vivíamos en la Ciudad de México hace 19 años, yo me estrenaba como el cafetero oficial de los grupos de Alcohólico­s Anónimos en San Agustín, en Polanco, entraba al grupo a las 6 de la mañana a lavar los excusados, a barrer, trapear, a recoger la cocina y el salón de juntas a preparar el café, normalment­e me anotaba en el séptimo lugar.

Todos los días, de lunes a domingo usaba mis siete minutos de tribuna, pero en esa época me fumaba más de nueve cigarros en una junta de hora y media, en promedio tres cajetillas de cigarro al día, me tomaba un mundo de tasas de café. Traía enorme vacío espiritual, no estaba pleno ni en el equilibrio emocional ni espiritual. Me hice adicto a doble AA, en breve tiempo volví a lo mismo, me convertí en farol de la calle y oscuridad de mi casa, ya no era la cocaína, ahora eran los grupos, cambié una sustancia por otra y a pesar de los pesares, vivía yo una borrachera seca.— Chihuahua.

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