Las manchas en nuestro leopardo
Con el tiempo suficiente, lo habitual puede terminar por confundirse con lo normal. Con un poco más de tiempo, lo normal puede ser sinónimo de lo aceptable. Hace 30 años, el justificado terror infundido por el puño de hierro de la presidencia imperial priista, replicado por una larga serie de cacicazgos locales dentro y fuera del gobierno, aseguraban que pocas personas se animaran a expresar públicamente sus críticas al gobierno, y que los espacios públicos estuvieran prácticamente libres de actividades de la sociedad civil organizada. Eso era lo “normal” y, para muchas personas, también lo “aceptable”.
Quienes hemos crecido o vivido en Yucatán al menos durante los últimos años hemos sido testigos de la apertura del puño de la mano de hierro y de la pérdida de control total del gobierno sobre la sociedad. Si bien la situación dista mucho de ser la ideal, es evidente que las condiciones para la libertad de expresión o la participación en acciones de la sociedad civil organizada son hoy incomparablemente superiores a las que había hace 30 años. Es decir, en el Yucatán contemporáneo la crítica o la asociación de individuos para defender causas democráticas es mucho más “normal” que hace 30 años, y los puños de hierro son ya incosteables por inaceptables.
Esta semana falleció en Mérida uno de los individuos que a finales de los 80 decidieron rebelarse en Yucatán contra lo que para muchas personas era “aceptable” por “normal”. Guillermo Vela Román fue uno de los fundadores del Frente Cívico Familiar (FCF), una organización prodemocrática integrada por “personas interesadas en participar de modo más directo en la vida cívica del país, dando a conocer su postura en las decisiones que atañen a la ciudadanía en la defensa de los derechos y valores humanos”. A través de su trabajo en el FCF, Vela Román presionó y confrontó a los gobernantes en turno cuando hacerlo implicaba aislamiento y un riesgo físico, y logró poner en el reflector, con la ayuda de la prensa independiente, aberraciones antidemocráticas que de otra forma probablemente hubieran permanecido ocultas.
Este artículo no estará dedicado a subrayar las cualidades personales del fundador del FCF; yo no traté nunca a Guillermo Vela ni me considero amigo de su familia. Tampoco repasaré aquí los aciertos o los errores de la trayectoria de un activista ————— (*) Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (ITESM) que, como todo ser humano, tuvo una dosis de ambos en su caminar como dirigente. La atención de este texto estará centrada exclusivamente en la relevancia de la acción política de Guillermo Vela y en su impacto en el Yucatán contemporáneo. No hace falta coincidir con todas las posiciones del Frente Cívico o de su cofundador para reconocer, por ejemplo, el rol jugado por Vela Román a través de esta organización en la alternancia democrática de 2001 ó en el justificado repudio social hacia el gobierno de la impresentable Ivonne Ortega. Tampoco es necesario respaldar todas y cada una de las decisiones de Guillermo Vela para apreciar que su contribución en la construcción de capital social positivo en nuestro estado es incuestionable.
El capital social positivo es aquel que promueve cultura democrática; es decir, valores relacionados con la libertad, la igualdad y la justicia. En su libro “Remolino”, el doctor Sergio Aguayo menciona que el capital social positivo abarca “organizaciones de defensa de derechos humanos, medios de comunicación, cámaras empresariales, clubes deportivos —entre otros—”. Para el doctor Aguayo, el capital social positivo es como la piel de un leopardo: “Los manchones negros son islotes de cultura democrática y el fondo amarillento es la cultura autoritaria” (“Aguayo”, 2014 posición 1902). La definición de capital social positivo, vale la pena subrayar, no reconoce entre izquierdas y derechas democráticas ni entre filias o fobias partidistas.
Con base en lo anterior, es evidente que el FCF, junto con el invaluable Equipo Indignación son dos de los primeros manchones democráticos en la piel de nuestro leopardo. La presencia de estas organizaciones ha sido importante para abrir paso a la pluralidad de “manchones” que hoy podemos apreciar claramente. Es decir, para allanar el terreno sobre el que personas y asociaciones organizan constantemente eventos, foros o mítines donde se discuten de manera libre temas sociales, políticos, culturales o económicos.
La lucha democrática de Guillermo Vela representa un gran aporte en los esfuerzos que han llevado a que en Yucatán exista hoy una relación entre gobierno y sociedad muy distinta a la que existe, por ejemplo, en nuestros vecinos estados. Y es que nuestro estado se ha convertido en una de las entidades con mayor capital positivo en México. Esta situación, que en ocasiones puede ser olvidada, es de la mayor relevancia para nuestra calidad de vida. De acuerdo con el doctor Aguayo, “quienes gobiernan en entidades con mayor capital social positivo tienden a tomar más en cuenta a la ciudadanía”.
Honrar la memoria de Guillermo Vela como luchador social, poniendo entre paréntesis diferencias ideológicas o prácticas, abre, en primer lugar, una puerta que permite mirarnos en el espejo del mundo en que surgieron estos esfuerzos y para apreciar las diferencias entre el entonces y el ahora, y las causas de estas diferencias. Conocer la historia y entender las diferencias entre 1988 y 2018 es indispensable para entender que el presente depende del pasado y que el futuro se construye en el presente.
En contraste con 1988, en 2018 los manchones democráticos de nuestro leopardo son numerosos y continúan multiplicándose. Son parte del capital social positivo actual las actividades realizadas por personas genuinamente interesadas en discutir asuntos de interés público, en promover la cultura, en exhibir actos de corrupción, en generar pensamiento crítico o en defender derechos humanos como causas mayas, ecologistas, feministas, LGBTI+ o ambientalistas.
Sin embargo, la presencia de muchos manchones no debería hacernos perder de vista que el fondo de la piel de nuestro leopardo sigue siendo predominantemente amarillo; es decir, del color de la cultura autoritaria. Además, tal como expresara Sergio Aguayo, el capital social positivo suele ser bloqueado por élites que promueven el antiintelectualismo y buscan disuadir la organización ciudadana con el fin de proteger sus intereses y preservar el “statu quo” (Diario de Yucatán, 01/07/2014).
Estas élites, tal como los casos de Donald Trump y Jair Bolsonaro muestran con claridad, están lanzando en otras partes del mundo una nueva cruzada antidemocrática y sus convicciones son replicadas por un puñado de individuos y organizaciones en Yucatán.
El fallecimiento de un constructor de capital social positivo tendría que subrayar que lo que une a organizaciones y personas en un solo tejido no son las causas específicas, sino la promoción de la cultura democrática. Por ende, la desaparición de uno de los individuos decanos de esta promoción tendría que ser vista como una pérdida para todas las organizaciones y personas que, con distintos enfoques y desde distintas trincheras, defienden la igualdad, la libertad o la justicia
Pero la memoria del productor de capital social positivo también es necesaria para magnificar la idea de que aún queda muchísimo por hacer; de que el presente demanda la acción de individuos con la disposición y con la tenacidad de contribuir en la arena pública más allá de los esfuerzos que se puedan realizar dentro de ámbitos privados. Y de que no entregar parte de las fuerzas propias a la defensa de lo logrado y a la construcción de otro mundo posible conlleva ya una toma de posición implícita; la traición a los esfuerzos de quienes nos han permitido gozar de una nueva normalidad democrática que hoy pensamos inmutable.
A Guillermo Vela hay que despedirlo con los honores que su lucha y esfuerzo merecen. Se ha ido un hombre que entregó parte de sí al bien común y enfrentó a algunas de las principales amenazas de su tiempo. En este sentido, el cofundador del Frente Cívico no dejó cuentas pendientes. A quienes seguimos en este mundo nos toca ahora enfrentar a la cultura autoritaria y al capital social negativo de nuestro tiempo.— Edimburgo, Reino Unido.