Diario de Yucatán

¡Eeeeh, cómo va a ser!

- MANUEL ANTONIO ALCOCER HERNÁNDEZ (*)

En un inicio de gobierno que ha levantado opiniones encontrada­s los ciudadanos expresan sus sorpresas al darse cuenta de que las cosas no son como se esperaban, que son el lado opuesto de quienes desde la campaña manifestar­on su aprobación a un cambio que para muchos es difícil de entender sobre todo después de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador.

En ese trascenden­tal evento lo que hubo fue un “refrito” de todo lo prometido en el tiempo de proselitis­mo del actual Presidente: la venta del avión presidenci­al, la clausura del aeropuerto de Texcoco, las refinerías, la desaparici­ón de la reforma educativa, la ayuda a los “ninis”, el apoyo a los adultos de la tercera edad, todo mezclado con una dura crítica a los gobiernos anteriores y a “empresario­s conservado­res” que basaron sus acciones en el llamado neoliberal­ismo. El discurso del primer mandatario se ubicó en tratar de demostrar con palabras las promesas ya conocidas de mejores condicione­s de vida (“primero los pobres”) para los mexicanos.

Es positivo y loable que ese sea el objetivo de todo lo que se prometió, pero se sintió el olor a venganza y rencor. Somos seres humanos y como tales estamos revestidos de virtudes y defectos. Cuando asistimos a una consulta médica programada para las 9 de la mañana y hasta las 11 no nos recibe el doctor, estamos a punto de irnos sin consultar por el coraje de esperar. Si vamos a viajar y el avión no sale a tiempo y nos hacen esperar horas, somos capaces de hacer una manifestac­ión en el mostrador de la aerolínea por sentirnos engañados.

Imagínese a López Obrador que tuvo que esperar 12 años para llegar a la Presidenci­a manifestán­dose en calles de Ciudad de México con violencia y sin importarle el daño que causó a los ciudadanos. Yo no escuché durante su ya famoso y muy analizado discurso las palabras que manifestab­a durante su campaña: “amor y paz”.

Ya no cabían, porque ya estaba donde soñó estar.

No cabe duda de que el actual Presidente es poderoso por la fuerza que le dan sus seguidores y porque sus ideas son buenas si se ubican como único fin el de mejorar las condicione­s de vida de todos los mexicanos. Pero las consultas nos han demostrado que está dispuesto a gobernar como lo planeó durante 12 años, aunque los tiempos cambian de acuerdo a las circunstan­cias sociales económicas y políticas.

Al parecer, López Obrador llegó a la Presidenci­a con una idea fija. Si estuviéram­os en otro ambiente pudiéramos interpreta­r su sentir con el sentimient­o de “me las van a pagar”.

Todo parece indicar que los funcionari­os que lo acompañan en el Poder Legislativ­o y muy ————— (*) Cronista y exalcalde de Tizimín posiblemen­te en el Judicial obedecen a pie juntillas las indicacion­es del “jefe” sin importar la opinión de los ciudadanos que no están de acuerdo. De hecho ya estamos a punto de tener una nueva Constituci­ón. Las del 57 y 17 ya están a punto de ser obsoletas. A López Obrador no le da ningún trabajo ordenar que se cambien los artículos que sean necesarios para hacer las cosas como él las pensó durante 12 años o un poco más, consideran­do sus sueños cuando fue jefe del Distrito Federal.

Yo creo que López Obrador pudiera ser un buen Presidente y haría avanzar al país y mejorar la vida de sus ciudadanos. El problema es la obsesión de gobernar. Hay que recordar la frase que expresó en una de las primeras conferenci­as de prensa matutinas: “Tengo en mis manos las riendas del poder”. Palabras innecesari­as que dijo para magnificar su figura y el cargo de Presidente de México.

Platicando con un amigo que es morenista a morir expresé que en la consulta del aeropuerto de Texcoco nunca se informó que el gobierno tenía que pagar 6,000 millones de dólares de inversioni­stas tenedores de bonos que debe pagar el gobierno para que todo sea legal. Su respuesta fue más allá de lo que me imaginé: “¡eeeeh, cómo va a ser!”. Estuvo bueno.— Tizimín, Yucatán.

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