Homilía DOMINICAL
HOY ES TIEMPO DE GRACIA PARA TI.
San Lucas se propuso escribir los hechos de la vida de Jesús desde el principio, y dedica su libro, siguiendo la costumbre, a un personaje llamado Teófilo. Posiblemente se tratara de un catecúmeno, a quien san Lucas escribe para confirmar a Teófilo en su fe.
Nuestra lectura litúrgica une el prólogo de Lucas con la narración del comienzo de la vida pública de Jesús. Es probable que esta visita de Jesús a Nazaret sea la misma que relatan Marcos y Mateo en otro contexto y que sitúan cronológicamente más tarde.
Con el permiso del presidente de la sinagoga, cualquier varón israelita podía leer públicamente la Ley o los Profetas, hacer una traducción del texto al arameo (la lengua popular que hablaba y entendía la gente), y explicar su contenido en una breve homilía. Jesús eligió el texto de Is 61.1.
El texto de Isaías que nos ofrece san Lucas, lo corta a propósito para dejar en claro que Jesús está en medio de su pueblo para anunciar y hacer presente un “año de gracia”, es decir, un tiempo de misericordia, de paz, de bendiciones y mucho amor para las gentes. Jesús declara que la profecía de Isaías se cumple con su presencia. En Jesús comienza la Salvación tan deseada. Por eso predica la Buena Noticia.
Pero, antes, en la primera lectura, el texto de Nehemías recuerda aquel episodio solemne en que la Palabra de Dios resonó en medio de una solemne catequesis comunitaria. Tres son los verbos fundamentales que sostienen ésta y cualquier otra proclamación de la Biblia: primero, “leer” la Palabra de Dios, pero no de cualquier manera, sino de modo organizado; segundo, la “explicación de su sentido” para descubrir sus matices; y, tercero, el “comprender” su mensaje para alimentar la inteligencia y el corazón para que pueda empapar nuestra existencia árida.
En la modesta sinagoga de Nazaret, después de que Jesús proclama el texto del profeta Isaías, el silencio y la ansiedad del auditorio esperaban la explicación de Jesús. Pero él, sólo pronunció una sola frase, extraña y pesada como un bloque de piedra: toda la esperanza que anunció el profeta se vuelve realidad “hoy” en la persona de Jesús. La Palabra de Dios, fuente de esperanza para los más necesitados y oprimidos, se vuelve acción, salvación y liberación. Y, nosotros, en el “hoy” que nos toca vivir, debemos ser artífices de genuina liberación, discípulos misioneros de Jesús.