El crucero, una ciudad flotante
“En el mar la vida es más sabrosa, en el mar todo es felicidad...” Así dice una famosa canción y nada más acertado que un crucero para confirmarlo.
Nadie puede imaginar que esa actividad turística data del año 1835, y en la actualidad es una de las industrias que más han crecido y fortalecido.
Esos viajes por buques han hecho que las navieras adquieran verdaderas ciudades flotantes con todo tipo de comodidades que hacen del recorrido una experiencia sin igual.
Son hoteles en el mar para las personas amantes de la tranquilidad, de los paseos relajados, en donde puede uno obtener todo y no preocuparse de nada. Un viaje por crucero es símbolo de relajación, entretenimiento, comodidad y confort.
Esas empresas diseminadas en todo el mundo tienen cerca de dos mil destinos perfectamente bien estructurados con recorridos de diferentes duraciones y los costos de las cabinas son desde precios módicos hasta muy onerosos.
En la mayoría, los circuitos son de los llamados cerrados, ya que regresan al punto original de partida. Así, de acuerdo al recorrido, el navío atraca diariamente muy temprano en un puerto en donde el turista puede recorrer el lugar y regresar al alojamiento flotante en la tarde antes de zarpar.
Esas imponentes ciudades marítimas cuentan con numerosa tripulación que sumados a los pasajeros reúnen en conjunto muchas veces cerca de 10 mil personas y pueden tener 17 pisos de altura. En ellos hay todas las comodidades para disfrute del viajero, como cine, teatro, casino, hospital, bares, tiendas, restaurantes, pista de carrera, gimnasio, discotecas, galerías de arte, piscinas, clases de yoga, baile y un sin número de atracciones.
Miami es uno de los puertos donde empiezan infinidad de esos circuitos, pues el Caribe es una joya para ese modelo de excursiones, por la belleza de sus playas y sus numerosas islas.
Viajar en crucero es una experiencia única y recomendable. Quien lo haga, repetirá. Hay que subirse al barco y estar atento para escuchar al capitán decir: ¡Todos a bordo!