Democracia calificada y necesaria
En ocasiones, ocupamos tanto tiempo en lamentarnos de lo que carecemos, que pasamos por alto todo aquello que sí tenemos. Esto es peligroso, pues muchas veces es necesario conocer y valorar los recursos al alcance, para construir a partir de ellos estrategias que nos lleven hacia las metas del futuro.
El fenómeno de la democracia en México es fascinante por su complejidad y, por supuesto, invita a la reflexión por su enorme trascendencia. Durante años hemos sido severamente críticos de nuestro sistema democrático, pero hay aspectos rescatables que nos hacen apreciar lo logrado hasta ahora y nos dan cierta esperanza de cara al porvenir.
En la segunda mitad del siglo XX, prácticamente todos los países de América Latina vivieron, en mayor o menor grado, guerras civiles o golpes de Estado. En medio de este ambiente geopolítico de incertidumbre constante, México fue de las pocas naciones de la región en conservar estabilidad en su administración gubernamental.
¿Contábamos entonces con una democracia madura? Claramente, no. Si hubo un crecimiento tenue pero permanente de las instituciones democratizadoras, se debió a una voluntad incansable por abrir espacios de voz y libertad, a pesar de las dificultades naturales presentadas como obstáculos sobre la marcha.
Con esfuerzo y liderazgo se fueron armando los cimientos de la estructura democrática. Una tarea de extraordinarias ————— (*) Licenciado en Derecho, maestro en Aodm inistración pública y profesor universitario dimensiones que implicó un esfuerzo compartido por generaciones de mexicanas y mexicanos.
Así, con el paso del tiempo, se obtuvieron logros notables: el derecho de las mujeres a votar y ser votadas (1953), la creación de un organismo autónomo que vigilara los procesos electorales (1990) y la promulgación de una ley que velara por la rendición de cuentas en la administración pública (2002), por citar algunos ejemplos.
Hoy, contamos con un Estado plural, donde las cámaras del Poder Legislativo se integran por representantes de extracción partidista diversa. Lo mismo ocurre en los gobiernos municipales y locales, donde puede observarse un mosaico de diferentes posiciones ideológicas ocupando tan importantes cargos, acorde a la voluntad expresada mediante el sufragio de la ciudadanía.
A su vez, el actual Presidente de la República llegó a detentar la investidura de primer mandatario al haber obtenido una mayoría absoluta que le otorga cierta dosis de legitimidad que debe asumir con completa responsabilidad y consciente del deber de gobernar para todos los connacionales y no solo para sus electores.
Ahora bien, las democracias se constituyen de demócratas que estén dispuestos a responder al llamado de convertirse en garantes de los principios que resguarden precisamente una vida democrática sana. Desde luego, las ciudadanas y ciudadanos debemos ejercer el papel como los protagonistas de la democracia mexicana, no solo emitiendo un voto cada tres años, sino participando de la rendición de cuentas, alzando la voz cuando sea necesario e involucrándonos en la política con ideales firmes y acciones concretas.
El proceso continúa y requiere de adeptos valientes que se sumen a las causas justas. El historiador Enrique Krauze hablaba hace ya varios años de la necesidad de trabajar para lograr una democracia sin calificativos. Considero que debemos ir más allá, de cara a los retos que se nos presentan en el siglo XXI. Habremos de luchar por una democracia calificada que nos acerque a los objetivos del desarrollo nacional y el bienestar ciudadano auténtico.
Hemos sido críticos de nuestro sistema democrático, pero hay aspectos rescatables que nos hacen apreciar lo logrado hasta ahora y nos dan esperanza de cara al porvenir