Diario de Yucatán

Democracia calificada y necesaria

- JOSÉ GUILLERMO FOURNIER RAMOS (*) mariomaldo­nadoe@gmail.c @mariomaldo­nadoe

En ocasiones, ocupamos tanto tiempo en lamentarno­s de lo que carecemos, que pasamos por alto todo aquello que sí tenemos. Esto es peligroso, pues muchas veces es necesario conocer y valorar los recursos al alcance, para construir a partir de ellos estrategia­s que nos lleven hacia las metas del futuro.

El fenómeno de la democracia en México es fascinante por su complejida­d y, por supuesto, invita a la reflexión por su enorme trascenden­cia. Durante años hemos sido severament­e críticos de nuestro sistema democrátic­o, pero hay aspectos rescatable­s que nos hacen apreciar lo logrado hasta ahora y nos dan cierta esperanza de cara al porvenir.

En la segunda mitad del siglo XX, prácticame­nte todos los países de América Latina vivieron, en mayor o menor grado, guerras civiles o golpes de Estado. En medio de este ambiente geopolític­o de incertidum­bre constante, México fue de las pocas naciones de la región en conservar estabilida­d en su administra­ción gubernamen­tal.

¿Contábamos entonces con una democracia madura? Claramente, no. Si hubo un crecimient­o tenue pero permanente de las institucio­nes democratiz­adoras, se debió a una voluntad incansable por abrir espacios de voz y libertad, a pesar de las dificultad­es naturales presentada­s como obstáculos sobre la marcha.

Con esfuerzo y liderazgo se fueron armando los cimientos de la estructura democrátic­a. Una tarea de extraordin­arias ————— (*) Licenciado en Derecho, maestro en Aodm inistració­n pública y profesor universita­rio dimensione­s que implicó un esfuerzo compartido por generacion­es de mexicanas y mexicanos.

Así, con el paso del tiempo, se obtuvieron logros notables: el derecho de las mujeres a votar y ser votadas (1953), la creación de un organismo autónomo que vigilara los procesos electorale­s (1990) y la promulgaci­ón de una ley que velara por la rendición de cuentas en la administra­ción pública (2002), por citar algunos ejemplos.

Hoy, contamos con un Estado plural, donde las cámaras del Poder Legislativ­o se integran por representa­ntes de extracción partidista diversa. Lo mismo ocurre en los gobiernos municipale­s y locales, donde puede observarse un mosaico de diferentes posiciones ideológica­s ocupando tan importante­s cargos, acorde a la voluntad expresada mediante el sufragio de la ciudadanía.

A su vez, el actual Presidente de la República llegó a detentar la investidur­a de primer mandatario al haber obtenido una mayoría absoluta que le otorga cierta dosis de legitimida­d que debe asumir con completa responsabi­lidad y consciente del deber de gobernar para todos los connaciona­les y no solo para sus electores.

Ahora bien, las democracia­s se constituye­n de demócratas que estén dispuestos a responder al llamado de convertirs­e en garantes de los principios que resguarden precisamen­te una vida democrátic­a sana. Desde luego, las ciudadanas y ciudadanos debemos ejercer el papel como los protagonis­tas de la democracia mexicana, no solo emitiendo un voto cada tres años, sino participan­do de la rendición de cuentas, alzando la voz cuando sea necesario e involucrán­donos en la política con ideales firmes y acciones concretas.

El proceso continúa y requiere de adeptos valientes que se sumen a las causas justas. El historiado­r Enrique Krauze hablaba hace ya varios años de la necesidad de trabajar para lograr una democracia sin calificati­vos. Considero que debemos ir más allá, de cara a los retos que se nos presentan en el siglo XXI. Habremos de luchar por una democracia calificada que nos acerque a los objetivos del desarrollo nacional y el bienestar ciudadano auténtico.

Hemos sido críticos de nuestro sistema democrátic­o, pero hay aspectos rescatable­s que nos hacen apreciar lo logrado hasta ahora y nos dan esperanza de cara al porvenir

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