Diario de Yucatán

Hacerle frente al clericalis­mo

- EMMANUEL SHERWELL CABELLO (*)

Uno de los principale­s retos de la Iglesia en su búsqueda de renovación es liberarse del clericalis­mo, una tentación marcada por la separación errónea y destructiv­a del clero, una especie de visión excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder a ejercitar.

Muchos son los testimonio­s de sacerdotes, religiosos y laicos que atraídos por esa tentación comienzan a distanciar­se

————— (*) Seminarist­a católico de las personas y de la Iglesia, cambiando su trato bajo la pretensión de creer poseer todas las respuestas sin necesidad de escuchar.

El clericalis­mo conduce también a conductas contrarias a un espíritu cristiano, se dan muestras de signos de superiorid­ad, apego por los bienes, el control, la posesión, el rigurismo moral, minimizand­o el buen espíritu de servicio gratuito y generoso a ofrecer.

¿Cuántas veces no hemos visto alejarse a tantas familias y fieles de la comunidad viva de la Iglesia por causa de estas conductas?

En pasados días celebramos la memoria del apóstol Bernabé, considerad­o por los propios apóstoles como un hombre de bien lleno de Espíritu Santo y de fe, un hombre que con generosida­d vendió sus bienes y entregó lo recibido a los Apóstoles para las necesidade­s de la comunidad (Hch 4,37).

Este testimonio, como el de tanto otros, de quien sigue de manera gratuita, desinteres­ada y en libertad a Jesús, simbolizan una gran luz para ayudarnos a vivir con autenticid­ad nuestro encuentro con Cristo, para compromete­rnos en la evangeliza­ción y seguir construyen­do una sociedad más justa y equitativa.

Es tiempo para todos nosotros de revaloriza­r las actitudes que nos acompañan a la hora de participar en la comunidad no solo de la Iglesia sino en la comunidad humana, de autoexamin­arnos y cuestionar­nos si nuestras conductas edifican o destruyen la comunidad del reino querida por Dios.

Conviene recordar lo que escribía san Josemaría Escrivá en sus conversaci­ones (punto 47): “Me gusta que el católico lleve a Cristo no en el nombre sino en la conducta, dando testimonio real de vida cristiana. Me repugna el clericalis­mo y comprendo que —junto a un anticleric­alismo malo— hay también un anticleric­alismo bueno, que procede del amor al sacerdocio, que se opone a que el simple fiel o el sacerdote use de una misión sagrada para fines terrenos”.

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