Construir unidos...
Ha vuelto a escena un viejo debate en el que se aborda la relación entre los poderes económico y político. Básicamente, se especula sobre supuestas complicidades, presuntas disputas y teorías de la conspiración espectaculares. Me parece que este enfoque en la discusión no suele enriquecer el análisis, por el contrario, tiende a ensuciarlo y desvirtuarlo de sus verdaderos objetivos.
Ahora bien, ¿existe un vínculo entre el sector empresarial y el aparato gubernamental? En definitiva, sí, lo cual es sano, pero sobre todo necesario. El capital privado es el mejor aliado del Estado para promover el crecimiento económico a través de la inversión. La administración pública es la responsable de proveer las condiciones indispensables para que el desarrollo se dé, por lo que hablamos de una labor de complementariedad.
Así, la cooperación de las autoridades de los diferentes órdenes de gobierno con el capital privado debe ser estrecha, por lo que una comunicación permanente será de vital importancia. Para tal cometido, las cámaras empresariales han jugado un rol de trascendencia a lo largo de las últimas décadas. Es su función alzar la voz para representar sus intereses, como también es su deber mostrar una disposición por trabajar en conjunto con los gobiernos.
En este proceso de coordinación dinámica, la transparencia ocupa un sitio permanente, con lo que se asegura la rendición de cuentas tan justamente demandada por los ciudadanos. Hay mecanismos establecidos por la legislación para garantizar que las obras públicas en las que haya participación de capital privado sean transparentes y procuren siempre el interés colectivo. En este sentido, Yucatán y la ciudad de Mérida son referentes a nivel nacional de buenas prácticas dentro del rubro de la rendición de cuentas; vamos por buen camino.
Por último, considero que la discusión sobre la predominancia de un tipo de poder sobre el otro se debe superar. La iniciativa privada y el poder estatal no son entes que deban competir entre sí. Esta visión es nociva, ya que distrae la atención del espíritu constructivo que debiera prevalecer en todo proyecto de nación.
El poder no es bueno ni malo en sí, sino que es fundamental para emplearse al servicio de la ciudadanía. Los intereses que realmente cuentan son los de la gente que trabaja día a día con la convicción de crear un mejor entorno.
Empresarios, funcionarios públicos y ciudadanos, somos corresponsables de generar una sinergia de acciones puntales que nos acerquen a las metas del progreso y la paz social. Dejemos atrás los juegos del poder para ejercer el poder democrático a fin de construir juntos, de manera organizada, un mejor futuro.— Mérida, Yucatán.