La sumisión y la guerra
El 5 de octubre de 1938, días después del ominoso Acuerdo de Múnich, por el cual el Reino Unido, Francia e Italia aceptaron que Hitler se anexara la región checoeslovaca de los Sudetes, el premier británico, Arthur Neville Chamberlain, se presentó ante el Parlamento para defender el convenio pretendidamente pacificador. La casi totalidad del Parlamento lo apoyó, pero Winston Churchill discrepó y lanzó su admonitoria frase:
“Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.
Hay otras versiones sobre la frase atribuida a Churchill, pero el hecho es que a Checoslovaquia le siguieron Polonia y otros países, y menos de dos años después, la Luftwaffe bombardeaba Londres y otras 15 ciudades.
Mutatis mutandis, el episodio es útil para ilustrar lo que puede ocurrir con la amenaza arancelaria de Donald Trump a México.
LA HUMILLACIÓN
En política, lo que parece es, decían los políticos de antaño. Y lo que pareció fue que la misión mexicana de junio en Washington asumió una actitud sumisa que terminó siendo concesiva. Lo pareció desde la salida urgente de los enviados a la capital imperial, en reacción ¡a un tuit! de Trump. ¿No era más sensato pedir primero explicaciones a la Casa Blanca y sondear las opiniones de congresistas de Estados Unidos?
Entre la amenaza y la imposición de aranceles muy probablemente habrían transcurrido más de los 45 días que ahora pesan sobre México, porque el tirano habría tenido que enfrentarse a los fuertes medios de control que todavía funcionan en Estados Unidos. En ese sentido, la reacción de Nancy Pelosi —Trump aplica a su aliado, México, una ley diseñada para enemigos de Estados Unidos— fue más fuerte que la complaciente conducta de la Cancillería.
Lo de Washington fue rendición más que negociación encabezada por el canciller ————— (*) Periodista Marcelo Ebrard, quien con retórica endeble le dijo luego al Presidente, en el mitin de Tijuana, que “salimos con la dignidad intacta”. Cuando eso ocurre, no es necesario decirlo, pero sí lo es cuando la dignidad está herida. Ese sábado en Tijuana se olvidó que, parafraseando el proverbio salmantino, lo que los hechos no dan, la retórica non presta.
La humillación está hecha y, cumplidores que somos, ya estamos desplegando prematuramente a la Guardia Nacional en la frontera sur para frenar el flujo de migrantes y ya nos dijimos dispuestos a ser la antesala de miles de solicitantes de asilo.
Parece evidente que, además de ignorar derechos humanos universales, México no podrá frenar la migración hacia el norte porque, a pesar del muro humano que se está construyendo, el miedo y la desesperación, hijos de represión y miseria, son motores más poderosos que los valladares de un obsequioso gobierno. ¿Cuánto falta para que la migración terrestre se haga marítima?
La buena voluntad de México para evitar la guerra comercial es patente y ha tenido solidaridad general en el país, pero puede ser inútil frente a un tirano. Cuando Trump lo crea conveniente para su reelección, volverá la amenaza que pondrá en jaque a la economía mexicana. Ni siquiera es necesario que Trump cumpla sus amenazas para causar daño, y él lo sabe. Un tuit bastará para poner de nuevo al canciller de rodillas. Y no habrá compromiso que sacie la voracidad y la sinrazón.
Sin dejar de reconocer que México logró frenar daños económicos temporalmente, ¿está preparándose el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para la guerra comercial que podría iniciar Trump, quien ya conoce la docilidad mexicana?
¿Hay gestiones con potenciales aliados internacionales, es sensato ausentarse de la próxima cumbre del G-20? ¿Se posee información sobre la llamada “desdolarización” de la economía mundial que presuntamente están analizando Rusia, China y la Unión Europea? ¿Se han reunido Hacienda y Economía con empresarios para diseñar un plan de resistencia conjunta?
¿O están todos esperando, al estilo Chamberlain, que la buena fe y el espíritu pacificador contengan el ímpetu irracional de un tirano que declaradamente negocia solo cuando su adversario es fuerte… y lo aplasta si es débil?
El personaje no es grato en Palacio Nacional, pero su postulado es pertinente: “A los tiranos no se les apacigua. A los tiranos se les enfrenta. Esta es la lección del siglo XX”, ha dicho Enrique Krauze.— Ciudad de México.