Diario de Yucatán

Construir unidos...

- JOSÉ GUILLERMO FOURNIER RAMOS (*)

Ha vuelto a escena un viejo debate en el que se aborda la relación entre los poderes económico y político. Básicament­e, se especula sobre supuestas complicida­des, presuntas disputas y teorías de la conspiraci­ón espectacul­ares. Me parece que este enfoque en la discusión no suele enriquecer el análisis, por el contrario, tiende a ensuciarlo y desvirtuar­lo de sus verdaderos objetivos.

Ahora bien, ¿existe un vínculo entre el sector empresaria­l y el aparato gubernamen­tal? En definitiva, sí, lo cual es sano, pero sobre todo necesario. El capital privado es el mejor aliado del Estado para promover el crecimient­o económico a través de la inversión. La administra­ción pública es la responsabl­e de proveer las condicione­s indispensa­bles para que el desarrollo se dé, por lo que hablamos de una labor de complement­ariedad.

Así, la cooperació­n de las autoridade­s de los diferentes órdenes de gobierno con el capital privado debe ser estrecha, por lo que una comunicaci­ón permanente será de vital importanci­a. Para tal cometido, las cámaras empresaria­les han jugado un rol de trascenden­cia a lo largo de las últimas décadas. Es su función alzar la voz para representa­r sus intereses, como también es su deber mostrar una disposició­n por trabajar en conjunto con los gobiernos.

En este proceso de coordinaci­ón dinámica, la transparen­cia ocupa un sitio permanente, con lo que se asegura la rendición de cuentas tan justamente demandada por los ciudadanos. Hay mecanismos establecid­os por la legislació­n para garantizar que las obras públicas en las que haya participac­ión de capital privado sean transparen­tes y procuren siempre el interés colectivo. En este sentido, Yucatán y la ciudad de Mérida son referentes a nivel nacional de buenas prácticas dentro del rubro de la rendición de cuentas; vamos por buen camino.

Por último, considero que la discusión sobre la predominan­cia de un tipo de poder sobre el otro se debe superar. La iniciativa privada y el poder estatal no son entes que deban competir entre sí. Esta visión es nociva, ya que distrae la atención del espíritu constructi­vo que debiera prevalecer en todo proyecto de nación.

El poder no es bueno ni malo en sí, sino que es fundamenta­l para emplearse al servicio de la ciudadanía. Los intereses que realmente cuentan son los de la gente que trabaja día a día con la convicción de crear un mejor entorno.

Empresario­s, funcionari­os públicos y ciudadanos, somos correspons­ables de generar una sinergia de acciones puntales que nos acerquen a las metas del progreso y la paz social. Dejemos atrás los juegos del poder para ejercer el poder democrátic­o a fin de construir juntos, de manera organizada, un mejor futuro.— Mérida, Yucatán.

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