Diario de Yucatán

¿Quién reza por nosotros?

- RUBÍ A. BRICEÑO CORREA (*) rubialejan­drab@yahoo.com.mx

Cuando tenemos a mamá, no hacen falta oraciones pidiendo a Dios por nosotros.

Estemos sanos o con algún problema de salud, ella siempre nos hace presentes en sus ruegos y de esa forma nos transmite la fuerza y energía que sólo da la fe, para afrontar los problemas y dificultad­es propios de la vida.

Pero es tan normal contar con ese soporte espiritual a través de quien nos trajo al mundo, que apenas percibimos lo vital que resulta para nuestra existencia sabernos seguros y protegidos con esa bendición implícita en el amor incondicio­nal que nos provee.

En estos tiempos de pandemia no son pocos quienes han tenido la mala fortuna de perder a ese ser tan querido que es la madre.

Hay quienes dicen que al perderla, ganamos un ángel que sigue velando por nosotros… y es hermoso concebirlo de esa manera; pero la realidad es que se siente un gran vacío y desolación, una sensación de falta de protección que nunca desaparece y que nos cae encima especialme­nte en momentos en los que necesitamo­s saber que alguien nos ama simplement­e por ser nosotros, con todos nuestros errores y defectos, incluso con nuestra incomprens­ión de ese permanente interés por nuestros asuntos, porque —contra lo que en ocasiones pensábamos— de verdad le importaba lo que vivimos.

LA MANO

Esa mano suave y cálida en la frente hace mucha falta cuando enfermamos o sufrimos y más aún las oraciones cargadas de fervor que segurament­e llegan sin intercesio­nes al creador, para concederle sus peticiones puras y sinceras.

No es suficiente traer a la memoria el recuerdo indeleble del alivio que una madre es capaz de prodigar, pero evocarla provoca que las lágrimas broten incontenib­les por la añoranza de ese amor genuino y apaciguan un poquito el dolor de su ausencia.

Muchos abrazamos a la distancia a nuestra madre, no por la contingenc­ia sanitaria, sino por la ley de vida que adelanta el camino a unos y obliga a cambiar la dinámica de comunicaci­ón entre quienes existe un lazo irrompible.

Hoy sus incansable­s oraciones son nuestro lenguaje y estrategia de interacció­n y entre las peticiones que hacemos al de arriba siguiendo su ejemplo, es sanador conservar la certeza de que, en sus ruegos desde otra dimensión, seguimos estando presentes.

Nunca están de más las cadenas de oración de gente preocupada y generosa que conoce bien el poder de la fe y la falta que ésta hace a la humanidad… esas también las agradecemo­s los hijos que valoramos y añoramos las plegarias de mamá.— Mérida, Yucatán.

Muchos abrazamos a la distancia a nuestra madre, no por la contingenc­ia sanitaria, sino por la ley de vida que adelanta el camino a unos...

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