¿Quién reza por nosotros?
Cuando tenemos a mamá, no hacen falta oraciones pidiendo a Dios por nosotros.
Estemos sanos o con algún problema de salud, ella siempre nos hace presentes en sus ruegos y de esa forma nos transmite la fuerza y energía que sólo da la fe, para afrontar los problemas y dificultades propios de la vida.
Pero es tan normal contar con ese soporte espiritual a través de quien nos trajo al mundo, que apenas percibimos lo vital que resulta para nuestra existencia sabernos seguros y protegidos con esa bendición implícita en el amor incondicional que nos provee.
En estos tiempos de pandemia no son pocos quienes han tenido la mala fortuna de perder a ese ser tan querido que es la madre.
Hay quienes dicen que al perderla, ganamos un ángel que sigue velando por nosotros… y es hermoso concebirlo de esa manera; pero la realidad es que se siente un gran vacío y desolación, una sensación de falta de protección que nunca desaparece y que nos cae encima especialmente en momentos en los que necesitamos saber que alguien nos ama simplemente por ser nosotros, con todos nuestros errores y defectos, incluso con nuestra incomprensión de ese permanente interés por nuestros asuntos, porque —contra lo que en ocasiones pensábamos— de verdad le importaba lo que vivimos.
LA MANO
Esa mano suave y cálida en la frente hace mucha falta cuando enfermamos o sufrimos y más aún las oraciones cargadas de fervor que seguramente llegan sin intercesiones al creador, para concederle sus peticiones puras y sinceras.
No es suficiente traer a la memoria el recuerdo indeleble del alivio que una madre es capaz de prodigar, pero evocarla provoca que las lágrimas broten incontenibles por la añoranza de ese amor genuino y apaciguan un poquito el dolor de su ausencia.
Muchos abrazamos a la distancia a nuestra madre, no por la contingencia sanitaria, sino por la ley de vida que adelanta el camino a unos y obliga a cambiar la dinámica de comunicación entre quienes existe un lazo irrompible.
Hoy sus incansables oraciones son nuestro lenguaje y estrategia de interacción y entre las peticiones que hacemos al de arriba siguiendo su ejemplo, es sanador conservar la certeza de que, en sus ruegos desde otra dimensión, seguimos estando presentes.
Nunca están de más las cadenas de oración de gente preocupada y generosa que conoce bien el poder de la fe y la falta que ésta hace a la humanidad… esas también las agradecemos los hijos que valoramos y añoramos las plegarias de mamá.— Mérida, Yucatán.
Muchos abrazamos a la distancia a nuestra madre, no por la contingencia sanitaria, sino por la ley de vida que adelanta el camino a unos...