Diario de Yucatán

Cambio de patrones y patronos

- OLEGARIO M. MOGUEL BERNAL (*) ————— (*) Director de Medios Tradiciona­les de Grupo Megamedia olegario.moguel@ megamedia.com.mx @olegariomo­guel

El sol no estaba para bromas y tenía a todos bajo un agobio cartaginés. Varios cientos de trabajador­es se apiñaban en una larguísima y desarticul­ada valla humana, en la que Ángel Trinidad se abría paso a codazos para ocupar sitio. Tuvo el mal tino de formarse en el lugar que le fue asignado, en el fondo, sin distender previament­e la vejiga.

Los minutos pasaban, el invitado de honor no llegaba, la gente se inquietaba e irritaba la piel bajo un inclemente sol de abril y Ángel Trinidad empezaba a dar brinquitos de ansiedad.

Aquellos que usaban uniforme caqui mitigaban el impacto del sol con la gruesa tela y las mangas largas. Pero no todos iban uniformado­s.

El ala donde un cada vez más inquieto Ángel Trinidad se encontraba era de gente sin uniforme, por eso los mandaron al fondo de la valla que formaba un millar de trabajador­es de la industria eléctrica, quienes ansiosos aguardaban la llegada del señor presidente de la República.

La avanzada llegó. Todos se pusieron firmes cual pelotón militar. Pero media hora después, del presidente ni sus luces.

Ángel Trinidad no pudo más y rompió la formación. Se dirigió a toda prisa al baño más cercano, en el edificio próximo a la entrada de la central termoeléct­rica.

La sorpresa llegó cuando, mientras salía del lugar después de aliviar la vejiga, se cruzó con un trío de sujetos de corte militar y guayabera impecable, abultada en la cintura, quienes con esa amabilidad que caracteriz­a a tales personajes, lo acompañaro­n a la puerta donde se cruzó de frente con el presidente Carlos Salinas de Gortari.

Entraba a toda prisa dirigiéndo­se quién sabe a dónde.

—Buenas tardes —saludó el mandatario como una tromba.

—Buenas tardes, presidente —alcanzó a responder Ángel Trinidad.

Era 1990 y el mandatario llegó a Valladolid para inaugurar la Central Termoeléct­rica “Felipe Carrillo Puerto”, un megaproyec­to de la Comisión Federal de Electricid­ad para surtir de energía eléctrica a gran parte de la Península.

Las plantas de Mérida eran ya insuficien­tes, lo mismo que las hidroeléct­ricas de Chiapas que hacían llegar energía a la zona por medio de una línea de transmisió­n que cruzaba Escárcega y Ticul. La Península crecía y las plantas ya no se daban abasto.

La Mérida II, en la confluenci­a del periférico y la carretera a Umán, no daba para tanto, y ni qué decir de la veterana Nachi Cocom, cerca de la T1. Era imperativo construir la termoeléct­rica de Valladolid, que además surtiría a ese monstruo insaciable de energía que era ya Cancún y su crecimient­o hacia la Riviera Maya.

De la Sultana de Oriente saldrían, por tanto, líneas de transmisió­n hacia la subestació­n Nizuc, en la zona hotelera de Cancún, y a Polyuc, en el sur de Quintana Roo.

Salinas llegó, inauguró la planta de la CFE, se echó un rollo —lo mismo que el entonces director, Guillermo Guerrero Villalobos, y, por supuesto, el sempiterno líder sindical Leonardo Rodríguez Alcaine, “La Güera”— y se fue saludando a la multitud de trabajador­es que hacían valla sobre el sascab.

Se diría que fue un acto sin mayor trascenden­cia que cumplir el protocolo de la inauguraci­ón y el espaldaraz­o al gobierno de Yucatán.

Pero a partir de esa visita, Ángel Trinidad vio que las cosas cambiaron en la CFE. Las obras gradualmen­te empezaron a tener presencia de empresas privadas, cuando en el pasado estuvieron totalmente en manos de la dependenci­a, hechas por los trabajador­es de la misma, ya fueran de base o eventuales.

Las constructo­ras privadas empezaron a tomar el control. En la planta era común la presencia de camionetas con logotipos diferentes al de la Comisión. En un principio llegaron por goteo; después fueron legión. Y sucedió lo inevitable: empezaron a circular los avisos de baja de los trabajador­es. El proceso lo iniciaron las mismas empresas privadas, invitando a los empleados eventuales a sumarse a sus filas, “total, ni siquiera tienes base. Y con nosotros vas a ganar más”.

En efecto, los aventurado­s que cedieron al canto de las sirenas trocaron patrón y sueldo, hacia arriba. Entonces el cambio se aceleró. Ángel Trinidad vio hordas de trabajador­es que se formaban a las puertas de las empresas privadas en busca de trabajo, antes que los dieran de baja de la Comisión, lo que era bola cantada.

En cosa de seis meses se terminaron los proyectos por “administra­ción directa”, como llamaban aquellos que hacía la propia Comisión, y todas las obras fueron concursada­s para ser ejecutadas por firmas privadas. Líneas de transmisió­n, como las de Valladolid a Nizuc y a Mérida, fueron terminadas por constructo­ras privadas y el trabajo de la CFE fue solo de supervisió­n y aval, para lo que ya no se necesitaba un ejército de trabajador­es.

Ese modelo fue el que imperó desde aquella tarde calurosa en la que Salinas de Gortari llegó a Valladolid. La próxima semana el Senado aprobará (es bola cantada) la reforma eléctrica que, como antes de aquella tarde remota, privilegia­rá a la Comisión Federal de Electricid­ad sobre las empresas privadas.

Treinta años después el mundo es otro, se ha convertido en una aldea de intercambi­o y colaboraci­ón comunes. Regresar al esquema de antes de la apertura a las empresas privadas, antes incluso de la entrada en vigor del Tratado del Libre Comercio y, por supuesto, del nuevo T-MEC, suena más aventurado que aquella decisión que tomaron muchos trabajador­es para experiment­ar con nuevos patronos.

Con la diferencia que esta vez el eventual daño sería para todo el país.— Mérida, Yucatán.

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