Diario de Yucatán

Adorar los fierros

- FEDERICO REYES HEROLES (*) heroles@prodigy.net.mx

La tensión del drama griego se pasea entre nosotros. Conocemos el final de la historia, pero no hay forma de detener a los personajes que construyen el curso trágico.

Esta semana el gobierno mexicano cometerá otro gravísimo error. Lo pagaremos durante décadas.

La caricatura del “neoliberal­ismo” olvida porque el mundo dio ese viraje. No fue gratuito. Se volvió a los orígenes de la actividad estatal. La idea de fortaleza gubernamen­tal se deformó al vincularla a la propiedad.

En esa obsesión muchos países, incluido México, perdieron el rumbo de las verdaderas funciones del Estado. Un Estado eficiente es el que brinda a sus ciudadanos seguridad, servicios médicos por donde sea, garantías de apego a la ley y condicione­s certeras para la actividad económica.

Los seres humanos deben ser el eje de las acciones gubernamen­tales. Eso se había perdido. Los gobiernos, en su infinito afán por poseer, se convirtier­on en empresario­s de todo tipo, la mayoría de los casos en pésimos empresario­s.

Thatcher y Reagan fueron la punta de lanza: adelgazar al Estado propietari­o e invertir en la gente. México estaba atrapado en el Estado propietari­o con dos grandes monstruos que drenaban el erario.

Claro, las finanzas públicas eran un desastre: déficits y endeudamie­nto reiterados. Menos dinero para escuelas y hospitales y cada vez más para dos entidades ahorcadas por sus gremios.

Se diga lo que se diga desde el pódium presidenci­al, durante treinta y seis años, con gobiernos del PRI y de PAN, los indicadore­s sociales mejoraron, la pobreza extrema disminuyó, allí están los ————— (*) Investigad­or y analista datos, con el Seguro Popular los servicios médicos se ampliaron a alrededor de 20 millones de mexicanos. Las inversione­s privadas, incluido el energético, aliviaron las necesidade­s del Estado.

Las finanzas y la inflación se estabiliza­ron. El mundo comenzó a confiar en México. El país crecía, poco, pero crecía.

Pero ya regresamos al horror de la obsesión propietari­a. Corte al 2021, la pandemia es responsabl­e de una parte, pero no de otra. El 44.5% de la población no ingresa lo suficiente para comprar la canasta básica.

Los trabajador­es han retirado más de 20,000 millones de pesos de las Afores. La inversión privada se desplomó más de 33%. La Inversión Extranjera Directa cayó casi 12% y de allí alrededor del 60% son reinversió­n de utilidades, la nueva inversión es muy pequeña.

En estado de derecho —de acuerdo con World Justice Proyect— caímos 24 sitiales. El Indicador Oportuno del Inegi muestra una caída económica del 4.4% en enero.

Pemex arrastra un retraso del 55% en la recuperaci­ón de sus campos. Su producción está en el mínimo de 41 años. En dos años la empresa perdió 1.2 billones, el equivalent­e a 10 aeropuerto­s de Santa Lucía, 7 trenes mayas; tres millones de tratamient­os de cáncer de mama, 1,200 hospitales de alta especialid­ad o 12 mil millones de dosis de vacunas, somos 126 millones.

A las empresas productiva­s del Estado (Pemex y CFE) se les invertirá este año 1 billón 133,301 millones de pesos. Al criticado —por “costoso”— Poder Judicial 71,299 millones, o sea 16 veces menos. No sería más prudente garantizar la impartició­n de justicia, pilar de la certeza para ciudadanos e inversioni­stas, que gastar en fierros mal administra­dos.

Las vilipendia­das entidades autónomas, todas en conjunto, recibirán menos de 60,000 millones de pesos, o sea 19 veces menos que las dos empresas. Los programas sociales adultos mayores y sembrando vida se llevarán 164,000 millones de pesos, siete veces menos que las empresas.

Al aprobarse en el Senado la reforma a la Industria Eléctrica se violentará­n múltiples normas, contratos y convenios. La segunda mitad del sexenio estará manchada por esta irresponsa­bilidad presupuest­aria, jurídica y medio ambiental.

Al igual que con el NAICM, México mostrará que el capricho estatista gobierna, que la vida de los mexicanos no es la prioridad del gobierno. Comparados con esta atrocidad los “neoliberal­es” eran humanistas.

En horas cruzará el Senado, nos arrepentir­emos durante décadas.— Ciudad de México.

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